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Nos resistimos a la marcha de Nebrija en contra de su deseo de no estar en Salamanca ni en ceniza. Ni caso. Está prisionero en un medallón de la Plaza Mayor y en su escultura de la calle Balmes junto al espíritu de aquel accidentado colegio genuinamente universitario que fue el Trilingüe, para empezar. Hoy se encuentra atrapado en una reunión científica sobre su obra en Filología con el recuerdo de aquel “nebrijano” que fue José Gómez Asencio. Y también en una muestra junto al Cielo de Salamanca, en las Escuelas Menores, en la que se exhibe aquel afán por modernizar lo clásico, que forma parte del ideal humanista y renacentista, como el cosmopolitismo y la personalidad compleja. Ayer me quedé de piedra franca cuando escuché a José Antonio González Iglesias, profesor y poeta, afirmar que detrás de la fachada rica de la Universidad de Salamanca está el alma de Nebrija por ese despliegue de mitos clásicos tras los que se esconde un relato, que es un fenómeno muy humanista. Como hemos perdido claves por el paso del tiempo nos cuesta hilvanar el discurso, no lo tenemos claro y de ahí las interpretaciones de unos y de otros. Nebrija, que era un tipo riguroso con su latín y sus clásicos, debe estar inquieto por ello en su tumba. Tengo que preguntarle a José Antonio Sánchez Paso, contemporáneo de Nebrija en la última novela de García Jambrina. Se creería que no iba a darme cuenta. Ese rigor, probablemente, unido a cierta vanidad debió ser fuente de problemas en la convivencia con el claustro y de ahí ese talento a la fuga, el abandono del “mundo Nebrija”, citado ayer por González Iglesias, formado por sus aulas, su casa de Libreros, las imprentas y librerías cercanas. Un mundo retratado en los paneles de la exposición cocinada por González, Francisco Javier Rubio Muñoz, Adelaida Andrés y David Paniagua Aguilar, entre otros, porque se trata de una muestra coral, en la que hay muchas manos y todas oportunas, incluidas las de Gómez Asencio, que también están ahí. Él mismo estará a su modo en la reunión “nebrijana” de hoy en Filología, que es una cita más de este año del quinto centenario de la muerte del lebrijano.

Ayer, el rector, Ricardo Rivero, citó a los estudiantes extranjeros que vengan este verano a Salamanca a estudiar español y pasarán, claro, por la muestra. He aquí al “figura” que une a todos los que aquí y allá hablamos español, al artista que confeccionó la primera Gramática, que dedicó a la reina Isabel. ¿Qué pensarán esos estudiantes al conocer la vida y obra de nuestro Nebrija? Tengo curiosidad, como la tengo por ese Observatorio Global del Español, que el Gobierno quiere fundar en la Rioja con competencias que tienen mucho que ver con las de nuestro Centro Internacional del Español. Alguien debería dar alguna explicación antes de que comiencen a colisionar instituciones y a chirriar más de lo que chirría en estos momentos. Suena a apoyo político a cambio de algo, que ya veremos. ¿Qué va a observar este Observatorio cuando ya tenemos al Instituto Cervantes y a la Academia de la Lengua observando al español? ¿No habíamos quedado en que nuestro Centro Internacional del Español se encargaría de lo relacionado con su aprendizaje? ¿Por qué, entonces, el Observatorio que observa también tiene esta competencia? Todo me parece muy raro, o no, y creo que terminaremos volviendo locos a los investigadores, profesores y estudiantes de español para empezar, y poniendo patas arriba ese otro “mundo Nebrija” repleto de la armonía que dan la gramática y los clásicos.

No ganamos para disgustos. Un día son los trenes y otro el español. Esto ocurre en otro lugar y alguien habría dicho ya que el Gobierno nos roba o nos manga. En fin, vamos a ver cómo y dónde termina esto, pero no dejen de ver la exposición de Nebrija y de paso vean de nuevo el Cielo de Salamanca, que está al lado, y disfruten con la armonía del claustro de las Escuelas Menores. Y sí, cuando vean la fachada del edificio histórico de la Universidad de Salamanca piensen que Nebrija, su recuerdo, está atrapado en ella.

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