Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

No me veo en septiembre metido en la Semana Santa por mucho que el mundo cambie después de esta crisis. En Salamanca tendría que ser después de San Mateo (21 de septiembre) porque antes estamos enredados con las Ferias, y mezclar procesiones con pasacalles, pregones de Pasión con los de fiestas (¿tenemos pregonero este año?), y besapiés con casetas no me encaja, sería un sindiós. Estoy con José Adrián Cornejo, presidente de la Junta de Semana Santa, en dejar las cosas para el que viene: tenemos ya carteles y pregonero, y las imágenes y túnicas no cambian, así que todo puede aprovecharse. La propuesta vaticana del traslado sugiere la esperanzadora idea de que este aislamiento o vida en pausa, como comienza a decirse, habrá terminado para entonces. Mi pregunta es si para el Lunes de Aguas, también. A los devotos de tan señalada fecha nunca el mal tiempo nos ha dejado en casa, pero esto es fuerza mayor y estamos preocupados, la verdad. Ya hemos visto que el virus no atiende a nobles, como Carlos Falcó, ni a gente corriente. Tampoco me atrevo a preguntar a Fernando Simón en una de las ruedas de prensa diarias y cuando traslado la cuestión a mis epidemiólogos de cabecera, entre los que hay echadores de cartas, me dicen que esta semana será crucial. Esta semana nos la jugamos, así que no se mueva de casa. Menos mal que antes de este momento “pausa” mi amigo Julio Jiménez me pasó dos hornazos que tengo en la cámara esperando tiempos mejores, o no, ya veremos. Pero, por favor, septiembre no es mes de procesiones, túnicas y capirotes, bandas o triduos, que bastante penitencia es regresar de las vacaciones. Al menos antes.

Me gusta hacer planes para cuando pase esta pausa. Tengo cerradas comidas y cenas, con sus correspondientes copas, y un armario por renovar, que, de pronto, todo lo que veo me parece de otro tiempo. Estoy por enviar una fotografía del ropero a Silvia Berrocal y Fely Campo y que ellas me digan, que son las que saben de tendencias. Quizás tengamos que salir con mascarilla; pues se sale. Ya veo a nuestra Campo diseñando mascarillas para esa salida del momento pausa, que será parecido a un entretiempo, y aunque cueste vernos en bañador y con mascarilla todo lo que sea quedarse en casa recordará a otros tiempos. Yuyu. Hacer planes, dicen mis sicólogos de cabecera, es bueno o al menos no es perjudicial si no te agobias: ayuda a que estos días pasen más deprisa. Son los mismos que me sugirieron una rutina horaria y hasta ahora funciona. Incluida la salida de las ocho a aplaudir, que ahora añade el “Resistiré”, instante en el que los vecinos encendemos la linterna de los móviles y aquello parece un momento concierto, que los niños celebran en las ventanas más que nadie: va por ellos.

Mañana es el Día del Agua. Qué sería de nosotros sin ella en estos días de tanto lavado de manos. Esas aguas tormesinas, que los clásicos elogiaron: delgadas, limpias, purgativas, sabrosas, cristalinas y saludables, dice Bernardo Dorado, que tienen su papel en nuestro Lunes de Aguas. Qué sería de nosotros sin nuestros sanitarios: otro paquete de amigos y conocidos se han ofrecido voluntarios desde el Colegio de Médicos para echar una mano, que sin duda será necesaria. El mundo “senior” tuvo y retuvo, de paso que demuestran la teoría de la compatibilidad intergeneracional. Cuídense.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios