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Echo de menos un ministerio de gastronomía. Sobre todo, cuando las autoridades la sitúan como una de las excelencias nacionales y sabemos que hay un turismo que se mueve por nuestra gastronomía, que como se explica en “La Gastronomía”, de Jean Vitaux, es más que alimentación. Hablamos del “arte del bien comer”, que ocupa competencias de varios ministerios: cultura, agricultura y ganadería, industria, ciencia y tecnología, universidades, exteriores, comercio... El asunto podría estar mañana en Madrid Fusión, que es una de las grandes concentraciones relacionadas con el arte del bien comer, donde este año, según su creador, José Carlos Capel, la tendencia es la cocina esencial, es decir, aquella que hace una obra de arte comestible con una hoja de lechuga especial y el mínimo de manipulación y complementos. Es más que el producto y menos que la complicada cocina que venimos viendo e, incluso, padeciendo. Nosotros vamos a Madrid con parte de nuestra despensa y de forma destacada con el cerdo, cuya cocina más esencial podría ser el jamón, que también se merece un ministerio, pero va a ser que no, igual que se merece un monólogo de los de Charo López, profundo, quien ahora regresa al cine de la mano de Gonzalo Suárez, a quien tanto debe de su proyección cinematográfica, pero también se merece –el jamón, y Charo López—un medallón de la Plaza Mayor, o una de esas intervenciones que protagonizan Nacho Casal y Ángel González Quesada en las que queda claro qué fácil es manipularnos, llevar nuestra atención a otro lugar mientras lo importante ocurre delante de nuestros ojos. La neurociencia ya explicó que mirar y atender no es lo mismo, entre otras razones por las musarañas o Babia. Anoche se habló de ello en la Casa Lis, un espacio doméstico sin mucha cazuela, sartén y olla a la vista como puede no-verse. Los modernistas comían mucho fuera de casa.

Llevan nuestros cocineros a Madrid su arte con el cerdo, que si presa, que si papada, que si los andares del animal..., pero también la ternera salmantina, el queso de Las Arribes, la lenteja armuñesa, los frutos serranos...Sin buena despensa no hay gastronomía, de ahí que la relación entre “Salamanca en bandeja” y “Salamanca para comérsela” sea perfecta. Tanto el Ayuntamiento como la Diputación no se atrevieron a abrir un despacho exclusiva para la gastronomía, pero la tienen vinculada al Turismo, como si los de casa no comiésemos. Y con planes, el otro día Fernando Castaño, de Ciudadanos, anunció que estudiaban un puerto de mar en Salamanca, pocas bromas con esto, y Javier García Hidalgo, del PP, siempre los tiene, pero le cuesta soltarlos, ejerciendo de serrano. El presidente Pedro Sánchez debería explicar por qué no hay un ministerio de Gastronomía como si el número de ministros fuese problema: donde comen veintitrés come uno más.

La Gastronomía salmantina es lo que es gracias a muchas mujeres y la Súpercopa Femenina de Fútbol es una oportunidad para acreditarnos como lugar donde el deporte femenino se tomó muy en serio desde los tiempos de Rosa Colorado o el equipo de fútbol del Palafox, hasta los tiempos de Dori Ruano, en ciclismo, o el Avenida en baloncesto, incluso en rugby hace años que contamos con presencia femenina. Buen momento para recordar a las pioneras de aquel fútbol femenino salmantino en unos momentos en los que llegaba a cuestionarse que fuese saludable para la mujer practicarlo. A Bartolomé Benito pongo por testigo.

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