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De otra cosa no, pero de filosofía, el ministro de Sanidad sabe un montón. Salvador Illa todavía recuerda los archisabidos ‘principios elementales del sentido común’ que se imparten en primero de filosofía, un curso al que no han acudido algunos de los más insignes dirigentes de la sanidad castellana y leonesa. Porque es de sentido común, cuando acabas de aplicar un plan con medidas muy duras para frenar al coronavirus, esperar un tiempo prudencial para ver si funcionan. Lo que no tiene ningún sentido ni perdón de Dios es anunciar toques de queda, cierres y todo tipo de restricciones, afirmando al mismo tiempo que no van a funcionar y pidiendo acto seguido el definitivo (y casi mortal de necesidad) confinamiento general. Sin esperar ni media hora.

Los expertos de Illa, seres incorpóreos y en ocasiones inexistentes, aciertan de pleno cuando recomiendan al ministro esperar dos o tres semanas para medir los efectos del toque de queda y del resto de restricciones impuestas por las autonomías, antes de provocar un desastre de dimensiones colosales encerrando de nuevo en casa a todos los españoles.

Así que Illa le dijo ayer que nones a la consejera de Sanidad de Castilla y León, empeñada en confinarnos cuanto antes, entre otros motivos porque está convencida de la inutilidad de las medidas puestas en vigor por ella misma y de la consiguiente inevitabilidad del desastre que ella en persona anuncia, incurriendo así en causa suficiente de dimisión.

Illa, que ayer estaba inspirado (acabaremos levantándole un monumento, junto al pánfilo Simón, porque ambos nos condujeron al cataclismo, sí, pero con qué elegancia y con qué buen talante, oiga) añadió que las autonomías como Castilla y León disponen de otros palos que tocar para impedir los contagios, sin necesidad de confinar. Y tenía razón. Solo le faltó dar unas pistas, porque por aquí somos muy torpes: más test, más rastreadores, más actuación policial para controlar las cuarentenas, más control de las fiestas, más análisis de aguas para detectar brotes en barrios (como hace Madrid)...

Hay corte. Hay tarea. Mucho más positivo para todos sería que la Junta se pusiera las pilas, con o sin Casado, con o sin Igea, y nos convenciera de que tiene un plan para sacarnos de este agujero. Lo que no se puede admitir, y ahí la consejera Casado comete una segunda causa de excedencia, es decir que la culpa la tenemos los castellanos y leoneses porque le hemos perdido el miedo al virus. Yo no sé si Fernández Mañueco, Igea y Casado se lo han perdido, pero a la gente que yo conozco no es que le tenga miedo al virus: es terror, pánico. Aquí llevan mascarillas hasta los perros, señora consejera.

Cosa bien diferente es que haya un porcentaje de descerebrados que se saltan las normas, pero para esto están el Gobierno, la Junta y los ayuntamientos, para meter en vereda a quienes están poniendo en riesgo nuestra vida y están echando por tierra el esfuerzo de la mayoría. Para eso están los policías locales y nacionales, los guardias civiles y los jueces. No confundamos las cosas.

De momento, en Salamanca se ha aplanado ligeramente la curva, incluso se han reducido ligeramente los contagios en los últimos días. Aunque todavía no sabemos si se trata de un nuevo frenazo en la realización de pruebas PCR o en una mejora de la situación tras el estado de alarma. Es pronto para establecer un diagnóstico.

Para completar una jornada ‘menos mala’ dentro del complicado panorama, nos enteramos ayer de que la Junta está negociando con los sindicatos sanitarios un proyecto para flexibilizar horarios, destinos y quehaceres del personal, algo que viene exigido por la excepcionalidad y la indudable gravedad de la pandemia en Salamanca y en Castilla y León. Una reforma que, de llegar a buen puerto, tras la oportuna (y complicada, sin duda) negociación con los representantes de los trabajadores, puede contribuir a mejorar la situación en los centros de salud y los hospitales. Siempre que pedimos a la Consejería de Sanidad que, aparte de culpar, exigir y restringir las libertades de los ciudadanos, haga sus deberes, nos referimos a iniciativas como esta.

Recolocar de forma temporal a los profesionales y repartir mejor tareas y horarios puede acabar con una situación en la que una parte de los sanitarios salmantinos está al borde del colapso por el esfuerzo brutal y continuado de los últimos meses, mientras otros apenas si se han visto afectados por la pandemia.

Los ciudadanos no le hemos perdido el miedo al virus, pero parece que la Junta le ha perdido el miedo a los sindicatos. Y en una situación de extraordinaria gravedad como la presentes, es posible incluso un acuerdo rápido. Esperemos que no vayan a pedirle permiso a Illa...

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