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No soy economista, ni lo quiero ser. Pero, como usted, querido lector, no me chupo el dedo y procuro cuadrar mi economía doméstica como me enseñaron mis padres. Por eso, cuando veo a esos vendedores de burras que tanto abundan últimamente en la política patria me echo a temblar.

Pedro Sánchez dixit: “Les vamos a dar 200 euros a cada familia, así porque se lo merecen. Y si tienen un chaval de 18 -de esos que van a empezar a votar en las municipales de este año- le vamos a dar otros 400. ¿Viajan mucho en tren de cercanías o de media distancia? ¿Usan el autobús urbano con asiduidad? No se preocupen. Se lo vamos a poner a mitad de precio, porque a ver qué administración se atreve a llevarme la contraria cuando lanzo un órdago de este tipo. No creo que ni Mañueco ni Carbayo, a los que parece que no les hace gracia esta maravillosa iniciativa -no entiendo el motivo-, se atrevan a oponerse a ella. Y le vamos a quitar el IVA al pan, a la leche, a los huevos, al queso, a la fruta, a la verdura, a las legumbres y hortalizas, a la harina y los cereales y también a las patatas. Y se lo vamos a bajar al aceite y a la pasta. Por supuesto vamos a subir las pensiones un 8,5%, que es lo que ha subido la vida. Y también vamos a mantener un descuento de 20 céntimos por litro de combustible para los transportistas, los agricultores y los pescadores (los que tienen barco, claro, no los de caña y sedal). Y además les regalaremos un aspirador y un par de mantas zamoranas, que me he venido arriba”.

Bienvenidos al país de las maravillas, el del gratis total. El que muestra largas colas el último día de diciembre para llenar un depósito de gasolina y ahorrarse unos eurillos porque se acaba la subvención para el currito medio. El que llena los pasillos de Vialia de viajeros para comprar el abono gratuito del “por-si-acaso-viajo-a-Madrid-en-tren”. Desconocía la cantidad de personas que viven en Salamanca y trabajan en la capital de España o viceversa para que se forme semejante tapón el primer día de venta de estos abonos. La nación que consigue que mi hijo de 18 años supere el complicado máster que hay que aprobar para conseguir el bono cultural, esos 400 euros que todavía no sabe en qué se va a gastar. La tierra con uno de los mayores niveles de paro de Europa y en la que, sin embargo, cada vez es más difícil encontrar trabajadores.

Y digo yo que todas estas promesas y realidades alguien las tendrá que pagar. Y no veo yo a quienes las prometen rascándose el bolsillo. Es más, aprovechando que la cosa esta de tirar la casa por la ventana, los mandatarios de Galicia, Navarra, La Rioja, Aragón, Extremadura, la Comunidad Valenciana, Baleares, Andalucía y Castilla-La Mancha, así como nuestro presidente nacional, Pedro Sánchez, se acaban de subir el sueldo. Se lo merecen, cómo no.

Entonces, si ellos no pagan esta fiesta, ¿quién lo hace? Efectivamente, querido lector, ha dado usted en el clavo. Usted mismo. Y si para eso hay que dejar sin ejecutar cuatro millones de euros en infraestructuras de la provincia de Salamanca como estaba estipulado en los Presupuestos Generales del Estado del año pasado, pues se dejan. Al fin y al cabo a usted se le olvidará que se iba a reformar la Audiencia Provincial o que se iba a construir un enlace entre las autovías A-66 y A-62 en el barrio de Buenos Aires. Son ideas demasiado abstractas. Es más divertido viajar gratis a Madrid, aunque solo sea para ir de compras.

Es evidente que hay mucha gente que lo está pasando muy mal. No hay más que ver las colas del hambre, que no terminan de desaparecer. Por eso, centrémonos en ellos, con control y sin despilfarrar un dinero que ciertamente no tenemos.

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