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El estado norteamericano de Maine debe su nombre a los franceses que fueron ocupando su territorio desde los primeros años del siglo XVII (Maine es una provincia gala adscrita al Departamento Maine y Loira). El Maine americano ocupa una franja de tierra bastante más amplia que la de los otros estados de Nueva Inglaterra, Vermont, New Hampshire, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut, admitidos como Estados de la Unión en 1820.

Maine y Vermont se extienden hacia el nordeste para alcanzar territorios de Canadá (New Brunswick). Uno y otro estado, quizá por su cultura común, de aire liberal y con innegables reminiscencias francesas, tienen una personalidad acusada, que en el caso de Vermont se destaca hasta en sus topónimos actuales. Vermont debe pronunciarse (y así los pronuncian los ciudadanos de ese estado) como una voz del francés: Vert–mont = Ver+món (Verde Monte), con la última sílaba tónica. Naturalmente, la mayoría de los topónimos de Maine y Vermont proceden del inglés. Además, quedan huellas de las lenguas propias (algonquinas, iroqueses, etc.) de los pobladores autóctonos de aquellas tierras.

Más indicios de la originalidad de la cultura popular en Maine, Vermont, New Hampshire. La capital del estado de Vermont se llama Montpelier, pronunciado Monpiliar (más o menos), y el alcalde de la ciudad más poblada del estado, Burlington, tiene a los ojos europeos un perfil claramente socialdemócrata, caso único en los Estados Unidos.

Pues en estas tierras andaba yo en el verano de 1986 y siguientes, disfrutando de las montañas verdes, de los lagos, de la amabilidad de mis colegas, de los bogavantes de Portland, de la humedad al 90%, de las películas de Almodóvar en una pantalla universitaria, de los partidos de béisbol, de la proximidad de Boston, Montreal y Nueva York, de un ‘haiga’ plateado que había alquilado para todo el verano, de unos mosquitos picadores del tamaño de un helicóptero... En fin, disfrutando de la vida.

Con algún sobresalto. Un día iba yo conduciendo mi coche alquilado, y al atravesar una ciudad de las ya mencionadas me fijé en un letrerito pegado en el cristal trasero del coche que decía ‘Ten cuidado conmigo. Voy armado’. No sería la última vez que viese algo semejante. En Burlington, Vermont, o en Portland, Maine, no en Detroit o Baltimore.

¿Nada importante? Hombre, acongoja un poco que el jefe, un tal Tromp(as), anuncie que va a primar el uso de las armas en un país que ha sufrido 150 tiroteos masivos en lo que va de año. Vaya.

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