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El maestro de la escuela de mis primeras letras se refería a los lunes como “día de zapateros”, en alusión a que antiguamente los zapateros -cuyo gremio adoptaría a san Crispín como patrón- no trabajaban el día en que, según antiguas tradiciones, se celebraban en las ciudades corridas de toros y otros entretenimientos populares. Algo tendrán, pues, los lunes que en nuestra cultura sobresalen por el escaso entusiasmo con que acudimos al trabajo tras la holganza dominical.

Estupefacto me quedé cuando distintos medios se hicieron eco de la nueva propuesta de un partido político que no identificaré, entre otras cosas porque nunca sé si hacerlo en masculino o en femenino. Consideran estas mentes brillantes la conveniencia de no comer carne los lunes. Ni comer ni negociar con ella. Todo en beneficio del medio ambiente, y supongo que también del ambiente entero.

Para abstinencia ya teníamos los principios religiosos de las distintas confesiones. En unos casos, prohibiendo determinadas carnes; en otros, tan solo en los periodos cuaresmales. Con respecto a la carne pecaminosa y lasciva con solo mirar, la casuística es tan variada que a lo más que se aspira es a suprimir los prostíbulos y desterrar la mercadería ignominiosa y humillante que llevan aparejada. En eso sí podemos estar de acuerdo.

Marcar un día de la semana para la observancia de dietas concretas recuerda al llamado “plato único” que el franquismo instauró en plena Guerra Civil (BOE del 3 de noviembre de 1936) y que duró hasta 1942, cuando se sustituyó por las cartillas de racionamiento (que en Cuba todavía perviven, creo). Los días 1 y 15 de cada mes las familias españolas solo podían tomar un plato. Esto se complementó con el “lunes sin postre”. Las Juntas Locales de Plato Único se encargaban del control en domicilios y establecimientos públicos. Los infractores, además de multados, verían sus nombres en la prensa (del Movimiento, por supuesto). Como curiosidad, el menú de plato único de la “Residencia de S.E. el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos” del 1 de junio de 1939 era “Cocido a la española”. El día 2 era viernes y tocaba abstinencia: “Entreplatos variados, huevos rellenos y merluza frita”.

Mal vamos si tienen que indicarnos qué comer, qué beber y cuándo. Lo siguiente podría ser el plato único del franquismo. Quién sabe. A este paso, llegaremos al lunes sin carne, martes sin pescado, miércoles sin dulces, jueves sin especias, viernes día de la berza, sábado día de la col de Bruselas (en honor a la composición orgánico-fisiológica del cerebro de los proponentes), y domingo ayuno y manifa posterior.

Con las cosas de comer no se juega. Tampoco con ellas se debe hacer demagogia. A veces tengo la impresión de que viajamos en un carromato de payasos atestado de idiotas.

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