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Ya está aquí el frío, de nuevo, como todos los años. No es el de antes, dicen los mayores, que entonces sí que era frío; pero se siente igual si no te abrigas. La ropa de entonces tampoco es la de ahora. Es un frío necesario, dicen los del campo, para que la raíz del cereal profundice buscando el calor de la tierra y se haga fuerte; y el medio idóneo para que el Covid19 esté como en casa. El frío preciso para las matanzas –bien por los de Bernardo Hernández y su premio Pyme 2020—y que hagan efecto en las manos las castañas recién asadas. Avisan, incluso, de que nevará; algo que siempre se dice, pero no siempre sucede. Antes nevaba más, según los mayores que hablaban del frío al principio, pero los estadísticos de Matacán no están de acuerdo. O al menos no lo están del todo. Tampoco se “canda” el Tormes como tiempo atrás, cuando la gente era capaz de sentarse alrededor de una mesa a merendar sobre el hielo. Hay fotos. Pero solo he visto una.

Aún no es invierno, pero casi, de ahí que haga frío y lo de sentarse en una terraza a beber una caña y comer un pincho de tortilla va a ser heroico. Es lo que toca. Si queremos hostelería va a ser en la calle y con un poco de suerte igual dentro, a pesar de las protestas por el raquítico aforo de Moro, Juanes y otros representantes empresariales del gremio. Este año todo es raro: los chavales van con mantas al cole, porque en las aulas las ventanas deben estar abiertas, y el café en el bar igual hay que echárselo por encima para entrar en calor. Hoy reabre la hostelería, así que la ciudad tendrá otro aire, más alegre, porque hasta ahora era muy triste. Sin hacer frío el ambiente lo era, pero ya verá cómo cambia con las terrazas, sus estufas y mantas, con los paravientos, el personal en la calle de tertulia con el café en la mano... porque no hay nada como el calor del amor en un bar, se ha cantado. Aunque sea con toque de queda. Y con el puente de la Constitución Inmaculada ahí cerca, aunque ayer fue San Martín de Porres, que patronea a los peluqueros, por ejemplo: Y ayer mismo –qué coincidencia—aparecía en el Boletín Oficial de la Provincia (uno lee de todo, créame) la constitución de una nueva asociación empresarial y profesional, PESAL, en la que aparecen mis admiradas Olaya Peña, Lourdes Sánchez Crego o Lourdes Tendero Marcos, entre otras. Currantes de reglamento. Profesionales a la última. Paisanas y vecinas achuchadas por las circunstancias. Suerte. El puente está ahí, decía, pero estamos confinados perimetralmente: no se puede entrar sin un salvoconducto. Ni tampoco salir. Por si le es útil: hay en la Sala B del Caem una nueva edición del Gran Café Teatro, con Sheila Blanco, que es una intérprete de moda en las redes, o mis Divinas con Medias; en la Torrente Ballester el encuentro de payasas, que se convoca de nuevo, con gala-cabaret presentada por Eugenia Manzanera; y en el Liceo humor e Inquisición con la compañía Ron Lalá. Se garantizan risas y calor, además de cierta evasión de la actualidad, que buena falta nos hace.

El caso es que el frío –los poetas y cantantes, como Patxi Andión, dirían los fríos—ya está aquí y parece que pasará un tiempo con nosotros. Es más, se reclama una Navidad fría por exigencias sanitarias. Pocos y a distancia para no contagiar ni contagiarnos. Y se nos anima a un último esfuerzo para que no nos hiera la última bala de la guerra porque la vacuna, llámelo paz, ya está más cerca. Para cuando pasen estos fríos. O el frío.

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