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A HORA se ha puesto muy de moda hablar de deslealtades para calificar cualquier diferencia amistosa, política e incluso sentimental. La palabra desleal, muy en desuso en tiempos pretéritos, está a todas horas en los medios de comunicación. Si ves el Telediario está el Gobierno calificando así a la oposición por intentar sacar tajada de los abusivos precios de la luz y si te esperas un rato más delante del televisor se utiliza esa misma palabra para hablar de los supuestos cuernos de Paquirrín a su mujer. En fin, que la riqueza de la palabra es tal que la tenemos hasta en la sopa.

Pues bien, si me preguntan a mí quién es desleal yo lo tengo claro. El mayor acto de deslealtad política que estoy viendo en estos momentos es el que está teniendo Génova con los afiliados y simpatizantes del Partido Popular. No es de recibo que cuando sopla viento a favor decida la cúpula enfrentar a los dos políticos más diferentes, más valiosos y más queridos que tiene el partido: Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida. Los únicos culpables de toda esta situación, quienes han intoxicado y malmetido para acabar así no tengo duda de que son los que mandan. Díaz Ayuso ha pedido lo que legítimamente se ha ganado en las urnas, presidir el PP de Madrid, y Casado y Egea han entendido esto como un órdago al control nacional del partido -que falta hacía-. La presidenta de la comunidad de Madrid, que siempre ha presumido del buen rollo con el alcalde de la capital ha visto cómo han conseguido enfrentarles con tal de salvar su culo. La política a veces es ponzoñosa y más cuando intentan hacer uso personal de ella los mediocres. La situación actual del país es para que en las encuestas el PP tuviera mayoría absoluta sin la necesidad de pactar con nadie. La deriva de Sánchez y los comunistas, unida al rechazo que ha producido en la sociedad española la barra libre a la que hemos invitado a Cataluña era para que el actual Ejecutivo estuviera ya fuera de la Moncloa.

No sé quién diseña estas estrategias en el PP, no sé si será el aceitunero de Murcia o el fraile de Palencia, pero lo que está claro es que se han decantado por la vieja táctica de enfrentar a los que son mejores de ellos para salir ellos de rositas. Quizás esta sea la política del siglo XXI porque la ha utilizado Sánchez, lo ha hecho Pablo Iglesias y ahora Pablo Casado, pero los militantes y la gente de derechas en la calle no comprende esta aberración. Si hubiera alguna grieta entre Almeida y Ayuso, que no creo, hay que cerrarla en casa y si Génova es incapaz de hacerlo es el verdadero culpable de la desilusión y el cabreo que ha supuesto este enfrentamiento público por el control de Madrid y por impulsar a la bella Camins.

Con este panorama, en la acera de enfrente se frotan las manos. En el PP han sido incapaces de sacar a la calle a los españoles con una factura de la luz que tiene con la soga al cuello a muchas familias y ellos lo celebran desviando más autonomía a Cataluña en una bochornosa mesa de traidores, porque lo de desleales se les queda corto. Cada día que pasa se bate un nuevo récord en el precio de la luz y ahora, una ministra que se apellida Ribera nos dice que a final de mes se notará la rebaja del impuesto que ha aprobado el Gobierno. Miedo me da saber cuál será la nueva clavada que nos dará el sanchismo para poder compensar la rebaja del impuesto de la luz...

Tras el triunfo electoral de Ayuso en Madrid parecía que Vox se estancaba y que incluso perdía fuelle, pero estas disputas ególatras de unos cuantos dan alas al Gobierno socialcomunista dividiendo a la derecha. Más les valdría que se dieran cuenta de que la lealtad se la deben a quien les mantiene en su puesto y no al poder que tanto les preocupa.

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