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Juanma Moreno celebró ayer con más motivo que nadie el “Yellow Day”, el considerado día más feliz del año. No era para menos. Su arrolladora victoria el domingo en Andalucía le ha dejado las manos libres para gobernar durante los próximos cuatro años con la libertad que nadie hubiera imaginado en un mapa político cada vez más fragmentado y acostumbrado a los pactos.

Un tipo centrado, nada estridente y con un discurso lleno de coherencia ha sido capaz de alcanzar lo que muy pocos han conseguido últimamente: una mayoría absoluta. Tenía el viento a favor, todo hay que decirlo. Pedro Sánchez está empeñado en arruinar España y hasta los suyos se están dando cuenta. Como muestra un botón. En la localidad jienense de Linares, la ciudad con más paro de la nación y tradicional caladero de votos socialistas, el PP le ha metido tal meneo al PSOE que le ha duplicado en sufragios. Y es que la galopante inflación, la falta de unidad de criterios del Gobierno central que ahora dice “arre” y una hora después entona el “so” y sus escenas de cama con los independentistas han causado estragos entre los votantes de izquierda más moderados.

Juanma se aprovechó del discurso socialista que intentaba atemorizar a la opinión pública con el advenimiento de la extrema derecha al poder, como había ocurrido en Castilla y León. Y no solo eso. Lanzó un valiente órdago al decir que si no conseguía gobernar en solitario, convocaría nuevas elecciones. Y así se ha llevado todo el voto útil que ha encontrado desde Huelva hasta Almería, pasando por Sevilla y hasta por Jaén. Desde luego, no se le ha quedado cara de vicepresidente, como le dijo Santiago Abascal durante la campaña electoral en un feo intento de ofenderle. Aquí hay un presidente de los grandes. Uno capaz de hacer sombra incluso a la que hasta ahora concitaba más piropos entre las filas populares. Y con una forma de hacer política muy distinta a la de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

No olvidemos que la verdugo de Pablo Casado hace ahora un año más o menos fue investida mandamás regional con los votos a favor de su propio partido y también de Vox. Es más, en la campaña castellano y leonesa aseguró que prefería pactar con el partido de Ortega Lara que con quienes le secuestraron, una ocurrente frase que ya predecía el fatídico desenlace de las elecciones regionales de Castilla y León.

Por lo tanto, tenemos a un mesurado que va a gobernar con mayoría en Andalucía, una exaltada sin pelos en la lengua que lleva un año mandando en Madrid con la aquiescencia de la ultraderecha y, aquí, en nuestra tierra, tenemos la tercera forma de ver las cosas: el pacto puro y duro con Vox, a quien Alfonso Fernández Mañueco tuvo que dar tres consejerías y una vicepresidencia.

A nuestro presidente le está tocando tragar sapos y culebras desde que empezó esta legislatura, sentado junto a un vicepresidente lenguaraz que disfruta molestando al personal. Y si es una política de izquierdas, mucho mejor, aunque vaya en silla de ruedas.

En el PP nadie duda de que Mañueco se equivocó en diciembre del año pasado. Los ciudadanos no entendieron a qué venía el adelanto electoral cuando parecía que el pacto con los naranjas de Igea gozaba de una relativa buena salud. Y lo peor de todo, es que el político salmantino tampoco supo explicar su torpe decisión.

Y ahora se encuentra atrapado en su propio laberinto, viendo cómo otros compañeros de partido están haciendo las cosas de otro modo y cosechando mejores resultados. Que se ande con ojo si piensa en repetir. Desde luego, mucho no van a ayudar las imágenes de la monumental bronca que protagonizaron ayer los habitantes de la localidad zamorana de Villanueva de Valrojo, una de las más afectadas por los incendios de la sierra de la Culebra, que le abuchearon junto a su comitiva por la mala gestión de la Junta en el peor fuego de la década.

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