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Desde ayer, conocidas las últimas estadísticas, Pedro Sánchez tiene más razón todavía: España está un poco más a la vanguardia mundial en la lucha contra el coronavirus. Ya somos el segundo país del mundo con más muertos por la enfermedad. Si este Gobierno socialcomunista mantiene el ritmo de crucero en su desastrosa gestión de la pandemia, podemos aspirar a destronar a Italia en pocos días.

Esa cruda realidad no espanta al pánfilo Fernando Simón, ese gran experto que dejaba libertad a su hijo para acudir a las coronavíricas manifestaciones del Día de la Mujer. El coordinador de Emergencias aseguraba ayer que “posiblemente ya estemos en el pico de la curva o yendo hacia abajo”. El chico de la curva, le llaman ahora. Se habrá metido un chute de cloroquina y tiene visiones. Yo miro la curva y la veo empinada como el Tourmalet.

El experto, colocado por Pedro Sánchez como portavoz para adormilarnos con su tono sosegado, sigue sin perder los nervios pero nos pone de los nervios. Su capacidad para contarnos cada día los datos del desastre ha quedado acreditada, de la misma forma que su incapacidad para pronosticar la evolución de la pandemia ha quedado sobradamente confirmada desde sus primeras apariciones, cuando aseguraba que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” (31 de enero del año en curso). Lo de la curva va camino de convertirse en otra de sus profecías fallidas. Por menos que eso ha sido despedido más de un futurólogo.

Menos mal que el Doctor Sánchez tuvo la habilidad de colocar en el Ministerio a un verdadero “experto” en Sanidad, el señor Salvador Illa, filósofo de profesión y devoción, que de Salvador va a pasar a Enterrador. De hecho, ya tiene cara de sepulturero.

Sánchez ha sabido rodearse de lo mejor de cada casa, y al frente del Centro de Investigaciones Sociológicas mantiene al infalible José Félix Tezanos, un gran tipo, siempre dispuesto a tirar de botafumeiro para ensalzar y dar coba al inquilino de La Moncloa. Al igual que Simón, Tezanos ha probado su maestría a la hora de fallar con estrépito los más variados pronósticos electorales nacionales y autonómicos. Ayer mismo se descolgó con otra de sus encuestas en las que crece como la espuma el apoyo de los españoles a este Gobierno sanchista que nos conduce con pulso firme hacia el desastre económico y social.

Lo más interesante del sondeo tezanil no era, sin embargo, el pronóstico del ascenso del antiguo PSOE (ahora Partido Sanchista), sino la confirmación de lo que todos sabíamos, que una gran mayoría (el 67%) de los españoles, exigía medidas mucho más duras contra el coronavirus antes de que el Ejecutivo aplicara el estado de alarma. Es por tanto una cuestión de mala suerte que tanto Sánchez como su amigo comunista Pablo Iglesias, el ministro filósofo y el resto de componentes del Ejecutivo de la nación estuvieran todos entre ese tercio de españoles que no vieron venir la catástrofe. Mecachis.

Con esto del coronavirus incluso Tezanos anda con mal cuerpo. Se ha puesto incongruente, como con fiebre, y se ha olvidado de echarle los mismos condimentos a toda la encuesta. Así le ha salido que la intención de voto crece, pero todo el Gobierno recibe suspensos y el 68% de los españoles no tiene confianza en Sánchez. Algo no cuadra. Ni en la cocina del CIS ni en los datos que el filósofo Illa nos ofrece cada día sobre la compra y el reparto de mascarillas, guantes, trajes y respiradores. De hacer caso a sus cifras, estarían los hospitales atestados de material de protección, y resulta que ni hay, ni llega, ni se reparte, ni se dispone.

En definitiva, que estamos en buenas manos. No por la cúspide gubernamental, donde reina el desconcierto, sino por la base, donde nuestros sanitarios siguen peleando contra la enfermedad como verdaderos héroes. El homenaje que recibieron ayer en Salamanca de las fuerzas y cuerpos de seguridad y el aplauso de miles de salmantinos desde sus balcones, nunca fue tan merecido.

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