Borrar

Las pioneras

Miércoles, 10 de marzo 2021, 04:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Desde que una de nosotras, la primera, extendió la mano para dar de comer una manzana a su compañero, cuando perfectamente podía él solo haber organizado su dieta détox, no hemos parado de atraer todo tipo de miradas: bíblicas, castigadoras, históricas, sensuales, frívolas, faltonas, sometidas, compasivas, intimidatorias, de desprecio, de pena o de admiración y entrega... tanto sobre nuestros actos como sobre nuestros cuerpos. Miradas muchas veces cegadoras y paralizantes que nos han deslumbrado y nos han impedido seguir nuestros caminos, libres, lúcidas.

Cuando nuestros hechos pudieron más que nuestra presencia, por acumulación y terquedad de siglos y milenios, y nuestros pensamientos se ocuparon más de intentar explicar e intervenir en el mundo, empezamos a convertirnos en pioneras en ámbitos profesionales reservados al reconocimiento masculino. Cuando vamos conociendo las ocupaciones de mujeres del siglo XX tapadas por estereotipos, dictaduras, guerras, exilios y malos rollo y épocas en general, y el cine, la historia o el ensayo se van ocupando de ellas, se ve la fuerza imparable de algunos de sus nombres en las generaciones que han venido detrás.

Con la herencia de su saber y nuestras voces de hoy, hablamos, oímos y pensamos sobre nosotras estos días. Y oigo voces muy altas, demasiada voz en grito, para una época en que necesitamos, más que megáfonos, más conversaciones al oído, en la mesa, en la cama, en la escuela, en las pandillas, en la Universidad, en el trabajo, en los medios y menos discriminación en el lenguaje, las leyes y las nóminas. Más de cuarenta años serían necesarios hoy para suturar la brecha salarial entre hombres y mujeres de este primer cuarto del siglo. Hay que coser más deprisa en los escaños y los despachos. Y reconocer la valoración económica de nuestro esfuerzo y de nuestra presencia activa.

Acabamos de asistir a la fiesta mayor del cine español. Como cada año, vuelan las sorpresas y las decepciones. Este año el silencio se ha hecho fuerte, arropado por la tecnología deslumbrante que ha proporcionado una ceremonia sobria en humor y elegante en maneras. En ese ambiente que parecía imposible conseguir sin público, sin artistas en la cercanía, sonaron aterradoras las palabras faltonas y machistas, vomitadas por dos voces masculinas en un directo, arrojadas -primero y especialmente- sobre los cuerpos y vestidos de las actrices, y -segundo y dolorosamente- sobre su talento, sobre su presencia fuerte, profesional.

Es penoso el lenguaje que como espectadores en directo de Facebook tuvimos que encajar. Solo hizo que aquellas mujeres crecieran más, hasta llegar a pisar, a destrozar con sus tacones, enganchados a lunas y estrellas, la cabeza de la serpiente, la misma que nos hizo malas bíblicas, madres inseguras, profesionales encadenadas, trabajadoras atemorizadas, mujeres invisibles, utilizadas, mercantilizadas. No sé cómo se han atrevido con ellas... en la vulgaridad irrefrenable y esclarecedora de su comportamiento.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios