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Debe ser difícil mantener un pacto de gobierno en los convulsos tiempos que nos han tocado vivir durante los últimos años. Pero, a pesar de las lógicas dificultades, el del Ayuntamiento de Salamanca ha gozado de buena salud y ha sido ejemplo -no temo a exagerar- incluso a nivel nacional.

Lo diseccionaba con acierto la primera teniente de alcalde y concejala de Familia, Igualdad de Oportunidades y Oficina de Bienestar Animal, Ana Suárez, en una entrevista publicada en este periódico: “No todo el PP es lo mismo”. La edil de Ciudadanos diferenciaba la forma de gestionar ese trabajo en común que han tenido los populares con su partido en el Ayuntamiento desde el 2019 y la manera de relacionarse que tiene el partido de Mañueco con Vox en la Junta desde hace ahora un año. “Aquí no hay egos, no hay falta de lealtad”, señalaba la pizpireta pelirroja de la política salmantina.

Y lo cierto es que no se ha visto un mal gesto por parte del alcalde Carlos García Carbayo o de quienes conforman su equipo por el hecho de que tanto Ana Suárez como sus compañeros de filas, Fernando Castaño y Juan José Sánchez Alonso, hayan ocupado más espacio en los medios de comunicación a lo largo de esta legislatura que ellos mismos. Lo han llevado con una asombrosa naturalidad. Ana Suárez estaba en todas las salsas (lo cual también habla mucho de su capacidad de trabajo) y no había semana en la que Fernando Castaño no tuviera una -en ocasiones peregrina- idea que vender. Ha tenido su gracia este trío con la simpatía desbordante de una, el punto de ingenio y locura del otro y la seriedad que aportaba la tercera pata del banco naranja municipal.

Por eso da pena leer que se van a presentar a las próximas municipales del mes de mayo por Ciudadanos. Y no lo digo porque me caiga mal el partido de Inés Arrimadas, sino porque, tal y como está la formación política en estos momentos, alguno de ellos, si no todos, se quedarán en el camino solo por ir enmarcados en unas siglas en vías de extinción. Aunque los comicios de dentro de cinco meses sean locales, en Salamanca todavía se vota mucho en clave nacional y parece que los vientos corren a favor del PP, un partido que en la ciudad no ha dado un ruido en tiempos de estruendo y escandalera.

Además, el PSOE parece empeñado en allanarle el camino, con un José Luis Mateos en modo Fernando Pablos, sintiéndose cómodo en el papel opositor. Tampoco su jefe supremo, Pedro Sánchez, le va a echar una mano para salir de esa situación. Si acaso, al cuello. Parece una empresa poco menos que imposible acercarse a la victoria después de los constantes desplantes a Salamanca y la errática y peligrosa política nacional que está ejerciendo “il bello” de La Moncloa.

“Cambiar de barco en función de por dónde sople el viento, no me parece bien”, remataba Ana Suárez en la entrevista. Quería dejar claro que, aunque el PP le ofreciera ir bajo el seguro paraguas de sus siglas, ella no tiene intención de abandonar la balsa que parece naufragar por las tormentas de la política actual. Quiere morir, si es necesario, con las botas puestas siendo fiel a los principios que alumbraron su entrada en la política. Le honra.

Ojalá tomen nota otros a los que todavía les quedan otros tres años de gobierno. Porque, por si no se habían dado cuenta, otra forma de hacer política es posible. Hay que dejar los protagonismos de lado, hay que buscar los puntos en común, esos que nos hacen crecer, hay que pensar que no siempre uno tiene razón, hay que darse cuenta de que la vida misma va de pactos. Y de cómo sepamos gestionarlos, nos va el éxito o el fracaso.

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