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Vivimos en un mundo difícil. Y confuso. Y ruidoso. En este punto siempre me remito al “Ruido de fondo” de Don Delillo, ese ruido invisible que se ha convertido en la banda sonora de los tiempos “modernos”... Tiempos “fake”, pero no sólo en las noticias, pues la vida en general se ha convertido en una mala copia de sí misma; una vida barata subida a zapatos baratos que nos ha llevado a una total falta de autoestima social. Nada se cuestiona, todo se da por posible, y por eso, tanto que nos lo preguntamos, tenemos los políticos que tenemos: mediocres, vulgares, sin discurso, atolondrados, e instalados en perpetuas sonrisas de dibujos animados, llamando la atención de un pueblo al que no ven. Por eso Gran Bretaña está en el abismo que está, Francia vive semiderruida, y España qué les voy a contar que no sepan, que no oigan, que no vean... Y todo por habernos plegado a la solemne mentira de una realidad falsa, tan falsa que la verdad, el sentido común, o la reflexión, son valores “de la abuela”. O de fachas. O de exaltados. O de renegados. Gente que no dialoga, que no vive atada al televisor, gente independiente y productiva que representa el peligro, el peligro del pensamiento.

(Paréntesis. Justo ahora y casualmente escucho a Karen Carpenter cantar “Superstar”, y escuchar su voz lo resume todo, no necesito escribir: el mundo perdido, nuestra Atlántida)

Gente, decía, como Arturo Pérez-Reverte, periodista (de verdad), escritor (de verdad) y académico de la Lengua (de verdad), que ha vuelto a quedarse satisfecho aprovechando la presentación de su nuevo libro, “Una historia de España”. Pero Reverte es un “exaltado”, un radical, como cualquiera que tenga la libertad, el humor y la valentía de decir lo que piensa desde ese mundo llamado “sensatez”, sólo eso, sensatez. Leo sus palabras y me entran ganas de echarme a llorar como un náufrago en una isla desierta. ¡Es verdad lo que dice! La verdad que no tiene dobleces, ni aditivos, ni medias tintas. La verdad desnuda... la que no vende, la que no interesa, la que nadie compra, la que nadie quiere oír. La gente sólo quiere oír “¡goooooooooooooooool”!, no quiere que le digan que vivimos en un país “en demolición”, inculto, y con un futuro incierto por culpa de “la desvergüenza de tantos ministros de Educación que han desmantelado la Historia”. Pérez-Reverte es uno de los pocos en este país, y cada vez menos, que pone el dedo en la llaga que más nos escuece. Cosas de Pérez-Reverte, quién se habrá creído... Enfrente, más goles, más basura catódica, más falseamiento continuo de la realidad...

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