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La tradición confinada

Martes, 21 de abril 2020, 05:00

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Ayer fue lunes, lo de Aguas cada cual se lo añadió como pudo a su costumbre, también, lo de cumplir con la vieja tradición del hornazo que nadie perdona tal día como éste haga el tiempo que haga. Hoy es martes, mañana será miércoles y pasado mañana jueves, pero no un jueves cualquiera, 23 de abril, fecha que lo convierte en el Día de Castilla y León, que cada año se celebra en la Campa de Villalar (éste es de suponer que no) para conmemorar la histórica derrota comunera sufrida el año 1521 frente a las tropas del ya emperador Carlos V, y en el Día del Libro, en el que los libreros salmantinos recuerdan y nos hacen recordar el fallecimiento de Cervantes, que se produjo tal día como aquel pero del año 1616, convirtiendo la Plaza Mayor en una monumental, atractiva y animada librería, que en esta ocasión supongo no se instalará por las mismas razones que obligaron el lunes a los salmantinos a comerse el hornazo en casa en lugar de hacerlo en los parajes habituales.

No es la primera vez que este tradicional mercado conmemorativo no se celebra, ya ocurrió en 1987 al coincidir con la visita a la ciudad de los Príncipes de Gales, Carlos y Diana. Entonces no se instaló el mercado en la Plaza para que ofreciera a los ilustres visitantes su máximo esplendor, perdiéndose lo mejor que se les podía ofrecer ese día como parte de ella, porque la Plaza no solo son fachadas, balconajes, soportales, escudos y medallones, también ofrece a quienes la visitan un modo de uso inconcebible en otro lugar. Aquella vez pudo haber sido posible, ésta de ahora me imagino con toda lógica que no.

Desalentador y doloroso panorama al que cuesta adaptarse, y de hecho está costando por no pocos motivos, entre ellos el mal ejemplo de muchos. Difícil adaptación sin duda cuando nada hay a la vista que dé un toque de luz a nadie por más que mire a todas partes cuando quienes deberían darlo se dedican a lo suyo y se desentienden engañosamente de lo demás. A la parte más desdeñosa y displicente de la casta política, que no sólo es poca, también bien acomodada, esta maldita pandemia le ha desbaratado los planes, pero no importa, la pandemia va para largo y tiempo tendrá por delante para ordenarlos de nuevo y retomar impulso. Con solo darle tiempo al tiempo pueden conseguirlo, así que manos a la obra. Mientras tanto que el coronavirus siga llevándose por delante lo que encuentre en el camino, al que también le llegará su fin, pero para entonces no poco de lo que ahora está sucediendo y vaya a suceder se habrá olvidado. Es decepcionante reconocerlo, tanto como alarmante que algo así pueda ocurrir en un país donde la memoria comienza a reprocharse como paso previo hacia su total prohibición, entiéndase censura por ley y por la fuerza impuesta por los mismos que montaron la de Dios es Cristo con la llamada “Ley Mordaza”.

Esta casta a la que me refería antes, que ahora se ve en la necesidad de aparentar porque los ánimos no acompañan, pide unanimidad (pero contra la verdad, a la que llama bulo), sí, y poder contar desde el Gobierno y su amplísimo entorno lo que les dé la gana siempre que no se note demasiado. Tontos a veces no son y saben que un precio demasiado alto (y ya lo e) les puede pasar una factura de difícil pago. Sin embargo se afanan en acaparar mucha más actualidad que la del tema de la calle, que ya lleva 25.000 muertos por lo menos, tratando de restarle gravedad y no paran de desviar la atención hacia sí mismos y sus juegos de supervivencia, con no solo una crisis sanitaria insistente a sus espaldas, responsabilidad que intentan endilgársela a otros, con el personal de los hospitales al límite de sus posibilidades, sin dar abasto para evitar que la vida de otros se les vaya de las manos, sino también con las de sus consecuencias: económica, social, existencial... mientras los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado sacan fuera lo mejor que llevan dentro, y los de las Fuerzas Armadas y miles de españoles anónimos haciendo lo mucho o poco que pueden sin regatear esfuerzos y que entre todos están demostrando ser lo mejor que tiene España, parte de un país de gran protagonismo en la historia universal, que esta patulea pretende ahora llevar a la condición no de apátrida sino a la de inexistente.

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