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La suerte del tonto

Viernes, 7 de agosto 2020, 05:00

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No se trata de una suerte cualquiera, la del tonto es siempre compasiva. Lo acompaña como una sombra, allá donde vaya y la necesite, como un peón de brega que nunca falla y siempre está al quite, jugándose su suerte por la del tonto. Pues al tonto ya lo tenemos de vacaciones en un lugar privilegiado de las Islas Afortunadas, pero no como un tonto más, porque aun cuando en España saturada de ellos no caben ya, como éste no hay otro igual. Hasta última hora se intentó mantener la duda, confundir un poco y alargar la intriga sobre el destino, si en Lanzarote o en Doñana, o sea, en La Mareta o en Las Marismillas, ya que por tratarse de algo tan personal e íntimo se quiso reservar el lugar por razones de seguridad más en silencio que un secreto de Estado.

Este hombre es único, como lo es también su suerte. No hay más que ver cómo está el panorama político, descompuesto, que no hay por dónde cogerlo sin que rezume podredumbre y coronavirus, y cómo le van las cosas. No se le resiste nada y todo le sale redondo. Pues adelante con los faroles, porque está visto que la adversidad no le acompaña a ninguna parte.

Suerte, vista y al toro dice el dicho popular como viva y sincera expresión de ánimo a quien se lo merece, que no creo sea el caso, porque suerte no le falta al doctor, es más, le sobra vaya donde vaya y haga lo que haga; vista no tanto, ya que a veces le flaquea hasta el punto de dar la impresión de que no tiene ninguna; y toro, mientras no embista... Que más se puede pedir a su favor, mientras el toro ibérico, hasta ayer mismo bravo, bravísimo, ahora mansurree en toriles, escarbe, se sacuda el polvo, husmee, muja y no haya quien lo saque al albero, que es su terreno de juego. Pues así las cosas en el ruedo nacional para suerte del toreador al no verse en el trance de lidiar un morlaco que no viene en los carteles. Y aquí se acabó la fiesta. Lo que venga después es más de lo mismo para mayor suerte del ínclito.

Y así es para desgracia de los demás, porque una vez instalado a sus anchas ¿a quién importa el resto? Aún queda mucho mes de agosto a la vista y lo lógico (si alguna lógica tiene todo esto) es dejar que pase el tiempo al ser en definitiva quien tiene la última palabra, por lo que buena gana de adelantarse. Ahora toca improvisar sobre la marcha mientras las vacaciones del maestro, que es lo único no improvisado, continúen. Después vendrá lo que tenga que venir, que ya veremos qué. Hasta entonces a especular, a sospechar, a desconfiar, a temer..., con lo que se acabó lo que puede dar de sí las merecidas vacaciones del ungido por la suerte.

Estaría bueno que a estas alturas lo mejor sería continuar como estamos, durmiendo la siesta del fauno a falta de otra solución más ajustada a la actualidad, al menos mientras dure agosto y sus calores, que todo influye, al no ser igual de llevaderos desde el Palacio de La Mareta, el casoplón de La Navata o el pisito de Vallecas. Así que tiempo muerto lo que aún quede por delante, hasta que suene la campana y despierte a todos. Mientras tanto, ya saben, nada, o sea, más o menos como hasta ahora, por lo que tampoco se habrá perdido mucho, pudiendo esperarse incluso lo contrario, que podría darse.

La rutina irá abasteciendo de lo imprescindible durante este tiempo para que nada se desbarate. Hay mucho todavía en el aire, por eso siempre habrá alguien que, ojo avizor, no deje pasar la más mínima que pueda perturbar las vacaciones de nadie (se llame Iván Redondo, el omnipresente en la sombra, hombre de formación jesuítica, que ha tocado ya todos los resortes, o no) porque por mucho que lo parezca y traten de aparentar, la suerte no está del todo echada, solo la del tonto del lugar, por lo que pensar en la remota posibilidad de que la suerte del tonto sea infinita acaba con cualquier pizca de esperanza.

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