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Cuando comenzó el estado de alarma me encogió el ánimo ver, entre otros lugares, la Puerta de Zamora vacía, sin peatones ni vehículos, sin más banda sonora que el piar de los pájaros y los semáforos, el sonido del agua de su fuente y algún ruido doméstico salido de una ventana. Hablo de la Puerta de Zamora, que fue Plaza del Ejército y tenía de referencia una puerta de la muralla, la más importante de la ciudad con la del Río. Por ella entraban los reyes y juraban los fueros. La bulliciosa plaza tuvo fuente, que luego se iluminó, después acogió a Antonio de Nebrija, recreado por Pablo Serrano, que fue sustituido por otra fuente, que luce colores solidarios cuando toca. Por la Puerta de Zamora entraban los viajeros que se alojaban en el Hotel Comercio, como Pedro Antonio de Alarcón, antes de que el Gran Hotel abriera. Hoy, nadie se imagina esa glorieta que articula Mirat, Torres Villarroel, Italia y Carmelitas sin la iglesia de San Marcos -vinculada a los reyes—la gasolinera de Nuño, el edificio de la Caja Rural con su termómetro, el de Bustos diseñado por Javier Rey, y sin el Toscano. Así es desde 1956 (va camino de los sesenta y cinco años), cuando Manuel García Morocho y su esposa, Victoria, lo abren. Manuel había sido camarero de “Los Italianos” y Victoria era copropietaria con su hermano, Pedro. Se casaron. Algo tuvieron que ver sus antepasados con Italia, pero no estoy seguro, y de ahí el nombre. El luminoso continúa superando reformas: la de 1995 y la de ahora, con diseño del albense Marce García, que ha dejado el local irreconocible. Sin la barra pequeña, que era feudo de Ángela Rodríguez, que lleva en la casa cuarenta y tres años (es la decana) y es socia junto a Francisco Calle, Raúl Cáceres y Marina Cascón de la sociedad cooperativa limitada que se fundó cuando García Morocho se jubiló y dio facilidades a sus trabajadores para continuar en el negocio. Sin esa barra y un botellero frontal espectacular, que lo ilumina todo. Salvo el emplazamiento, el luminoso, la terraza y su personal, todo es diferente en el café, hasta se han cambiado los servicios, el nuestro es ahora de ellas. Cuidado. También la clientela de antes cafetea en su lugar, forma peña, están los del desayuno y los de media mañana. Ayer, a esta hora, andan de tertulia Ricardo Maroto, Bartolomé Benito y compañía, como antaño lo estuvieron Jaime San Román y los suyos haciendo planes industriales y urbanísticos pasa Salamanca. Era y es punto de encuentro de constructores y ganaderos. De la banca de la zona. De las gestorías. De los vecinos.

Hoy la Puerta de Zamora ha regresado a su ser, con el tráfico de siempre, su banda sonora y su trajín humano camino de nuevas fases que nos conduzcan a la nueva realidad bajo las reglas que se nos van a imponer desde el Boletín Oficial del Estado un día de estos. En esa nueva realidad será de nuevo zona de paso al Helmántico y la Glorieta. Amigos del mundo del toro me han hablado de “Salamanca es tauromaquía”, que es una realidad histórica. Ahí están el Toro de la Puente, que es el toro del escudo; los festejos taurinos unidos a las celebraciones universitarias y a la Plaza Mayor; la plaza de toros más antigua del mundo, que es de Béjar; los cosos que tuvimos en nuestra ciudad hasta llegar La Glorieta o el rosario de ganaderías de bravo y figuras del toreo con raíz salmantina, por ejemplo. Los clásicos decían aquello de Salamanca, arte, saber y toros. Pues eso.

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