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La víspera del próximo día de los enamorados los castellanos y leoneses estamos llamados a elegir a nuestro particular señor Cuesta, al presidente de esta enorme comunidad de vecinos en la que, en muchas ocasiones, no hay quien viva.

El decreto por el que se disolvieron las Cortes establecía que la campaña electoral no comenzaba hasta el próximo 28 de enero. ¡Ja! Hemos asistido a mítines encubiertos desde la mañana del famoso tuit con el que Mañueco dio el pistoletazo de salida a esta infumable carrera hacia ninguna parte. Las reacciones de aquel día marcaron cómo iba a ser este viaje: mucha frasecita y poco programa. Demasiado mensajito ocurrente en redes y apenas proyecto.

Pero lo peor de todo es que estos comicios regionales se van a jugar más que nunca en clave nacional. Y los dos principales partidos ya están poniendo toda la carne en el asador porque saben que se juegan mucho más que el gobierno de una comunidad autónoma. La victoria de Isabel Díaz Ayuso -“qué mona va esta chica siempre”, que diría Marisa- en la comunidad de Madrid, el pasado mes de mayo, marcó un punto de inflexión en la intención de voto de los españoles. De repente, el Partido Popular cogió impulso. O al menos eso decían las encuestas. Pero el viento a favor dejó de soplar para los populares en el momento en el que Pablo Casado no pudo soportar el poderío de la presidenta madrileña. Y ahora, se lo juega todo en Castilla y León.

Alfonso Fernández Mañueco ha dicho a las claras este lunes que va a llevar a cabo las políticas de Díaz Ayuso en Castilla y León. Ese es su programa. Si gana y gobierna, se ratificará la tendencia del país hacia el centro derecha como fórmula para salvarnos de la galopante crisis en la que estamos inmersos. Pero si el salmantino no consigue el triunfo, todo el empuje de la madrileña habrá quedado en un bluf y Pedro Sánchez salvará el ‘match point’ en el que se han convertido estas elecciones. No olvidemos que en los pasados comicios fue el PSOE quien obtuvo más votos y más escaños. Y la presumible desaparición de Ciudadanos, el sigiloso pero constante ascenso de Vox, y las incógnitas de Podemos y España Vaciada, que caminan muy juntitos, no arrojan un resultado nada claro.

Por eso, los líderes nacionales van a pelear hasta el último voto. Por eso, vimos este domingo a Pedro Sánchez -abucheado por los agricultores y ganaderos por mantener a un ministro indigno de gobernar España- arropar en Palencia a Luis Tudanca. Dos encuentros en tres días. Por eso, apareció Pablo Casado el sábado en pantalla gigante -estaba confinado, el covid es lo que tiene- para arengar a sus alcaldes. Por eso, escucharemos frases como “sanchismo o futuro” o “estamos a tres visitas de Sánchez de la mayoría absoluta” (Mañueco dixit) o “Garzón se equivoca pero quien tiene que dimitir es Mañueco” (lo dijo Tudanca) o “Mañueco es un hombre temeroso de Dios, manso, que sabe cumplir órdenes” (Igea, en su más pura esencia).

Así que olvídense de grandes promesas electorales. Bienvenidos al fango. Verán cómo al candidato de Vox a las Cortes de Castilla y León, el abogado Juan García-Gallardo le ha dado un tirón en los pulgares borrando tuits de juventud con tintes homófobos, racistas y machistas con la idea de ofrecer una cara más amable hacia el electorado. Encontrarán que un miembro de Nuevas Generaciones llama a Francisco Igea “Paca, la despechada” (por qué será) y que el líder de Ciudadanos le contesta: “Lo de Paca lo dices como: a) signo de desprecio a las mujeres / b) signo de homofobia / c) porque el argumentario no te da para más / d) todas son correctas”. Por ahí van a ir los tiros. Esto no ha hecho más que empezar. “Un poquito de por favor”, que diría Emilio, el portero más famoso de televisión.

Con estos mimbres, esperemos que “la que se avecina” no se convierta en “aquí no hay quien viva”.

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