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Nací en el barrio de Prosperidad, la “Prospe”, en la calle Covadonga, en una casa con patio, melocotonero y corral, que podría ser de cualquier pueblo salmantino, porque entonces el caserío tenía las hechuras de un pueblo, incluidos los barros. Vivía aquellos días abducido por el olor a pan recién horneado de Paniagua y una atracción desmedida por las aguas del Tormes, a las que llegaba por su camino: el Camino de las Aguas. Tenía de vecino a los Malmierca, Fernando Malmierca, el prestigioso pediatra experto en vacunas, entre ellos, pero también al depósito de aguas, el parque de bomberos, el famoso “Ladrillo a Ladrillo”, los Jesuitas o las Esclavas, referencias de un barrio que cuando se finalizó el depósito de aguas en 1917 estaba a punto de nacer oficialmente con la venta de parcelas de un terreno adquirido por uno de los indianos salmantinos, Esteban Corral y Castro, que llegó a concejal del Ayuntamiento de Salamanca, cuyo padrón cifra el año de 1922 el número de vecinos del barrio en 250. A partir de aquí, la barriada fue creciendo con esfuerzo y solidaridad. La que dio lugar a que fuese realidad el sueño del padre Enrique Basabe del “Ladrillo a Ladrillo”. Desde su puerta se veía el estrecho puente de San Antonio, con los terraplenes que enmarcaban las vías del tren, que unos metros más allá se convertían en jardincillo y huerto del paso a nivel de La Alamedilla, y unos más allá en viaducto bajo el cual hubo un refugio para los bombardeos de la Guerra Civil. Fue Pablo Beltrán de Heredia el que comenzó a cambiar la fisonomía de aquel puente, de las vías y del Paseo de San Antonio, igual que con Jesús Málaga comenzó el barrio a ganar altura, aunque no la suficiente para permitir calles más anchas. La “Prospe” acogió a las bernardas desalojadas del Paseo de Canalejas, donde se ubicaron los escolapios, perdiéndose así del callejero el nombre de “acera del Jesús”, que recibía la que pasaba por delante de su monasterio. Su templo continúa dentro del colegio, y las monjas, hoy, ya no están en el barrio. Crisis de vocaciones. También la Iglesia se despuebla. Se vacía. Eduardo Punset decía que Dios se hace más pequeño y la Ciencia más grande. Igual es eso.

Hoy la “Prospe” anda mosqueada porque a aquel convento del Camino de las Aguas se quiere trasladar el “Proyecto Hombre” y no sé cuántas cosas más, algunas inalcanzables para el cura Muiños. Se ha echado a la calle una parte del barrio en una acción preventiva, mientras las autoridades municipales dicen que de momento no hay nada. Solo ruido. También ruido electoral. Y uno piensa qué dirían Enrique Basabe o Eliseo Nácar, dos ilustres e históricos vecinos, de todo este lío. Y otros muchos, que salieron adelante con ayuda de otros vecinos.

Con ello hemos llegado al último día de campaña electoral. Un aforismo dice que todo lo que ha sucedido era posible, lo que demuestra que aquello que ocurrirá lo es también. Esto incluye a cualquier resultado el domingo, por inimaginable que nos parezca hoy. Creo que los haikús de María Ángeles Pérez López, los aforismos de Héctor Puertas, los versos de poetas del 27 interpretados por Sheila Blanco pueden ser útiles a la reflexión sosegada, tan necesaria siempre.

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