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La neutralidad de la campaña

Lunes, 20 de mayo 2019, 05:00

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Tenía las venas sin abrir y la mirada dura. Sus brazos estaban limpios y su cerebro trataba de asimilar el concepto de la sinceridad tras haber vivido años embarcado en una sucesión patológica de la mentira. Te mira directamente a los ojos en una recapitulación terapéutica ante un desconocido, como solo puede hacerla el que no trata de olvidar su pasado, sino de aprender para no repetirlo. Estaba desahuciado. Era un invisible más.

El mismo que evitas con la mirada para que no borre el sueño de una sociedad confortable que te aleje de tus problemas cotidianos. Sin embargo, tuvo una mano tendida. Una mano que le enseñó que tenía una vida aunque hubiera malgastado 15 de sus 21 años sintiendo que no valía para nada. Nadie le había dicho lo contrario hasta ahora. Nadie le había dicho que estaba enfermo. Nadie le había dicho que se atrevían a apostar por él. Que también tenía un hueco en la sociedad y que, ahí fuera, también le estaban esperando para poner su granito de arena.

Cada día se acumulan cientos de historias invisibles y relatos de superación en Proyecto Hombre donde se lleva a cabo una labor de cicatrización de las heridas del alma. En cualquier otro momento del año, del mes, la polémica se hubiera zanjado con una declaración institucional de los cuatro partidos sumando fuerzas para la instalación de la organización en el barrio de Prosperidad, incluso con las aportaciones de los propios vecinos para que se sintieran parte de la iniciativa. En el momento que Proyecto Hombre ha cumplido quince años en la ciudad, todos los partidos se han sumado a este aniversario de una u otra manera.

Sin embargo, el oportunismo de una voz radical y extrema anuncia las diez plagas de Egipto para el barrio de Prosperidad enfangado en mentiras y amenazas de especulación dibujado en un reguero de jeringuillas. El mensaje simple cala más que el profundo. Hace unos días leía en un medio digital a un vecino anónimo vaticinar como la sombra de Caín caería sin remedio sobre un barrio forjado en la multiculturalidad y la solidaridad. Sinceramente, los que conocemos Prosperidad no creemos que sea la opinión mayoritaria.

Pero, en campaña electoral, hay que medir cada palabra, no se vayan a escapar los votos bajo el paradigma de la neutralidad y una incoherente objetividad. El Ayuntamiento, con una carta enviada a los vecinos con una tibieza de tales extremos que da la impresión que cada palabra ha sido medida con escuadra y cartabón para que ni siquiera un acento pueda herir las sensibilidades de los vecinos en pié de guerra. Yo, personalmente, eché de menos un capote. Yo, Ángel Benito, no el periodista.

Pero si la neutralidad puede ser entendible, lo que no es justificable en ningún caso fueron las declaraciones del candidato del PSOE a la Alcaldía, José Luis Mateos, en las que se aprovechaba de la polémica para arremeter contra el Ayuntamiento. Es sucio querer arañar unos votos sumándose al carro de unos vecinos que convocan una manifestación a tres días de que se celebren las elecciones. Si llevan martilleando con políticas sociales el último mes y venden tales como el pilar fundamental del partido. ¿Dónde está el hueco para los olvidados? ¿En el límite de Salamanca con Villares de la Reina donde hay unos buenos solares para edificar sin que se contagie el vicio y la droga? ¿Queremos recuperar las leproserías en pleno siglo XXI?

Quiero pensar que es campaña electoral. Que las aguas volverán a su cauce. Que todo esto ha sido un mal sueño. Que aquel que tenga dudas puede ir a la carretera de Alba de Tormes, puede preguntar en Capuchinos, a 2 minutos de la Plaza Mayor, en el Parque Fluvial. Si tienen dudas, traten de escuchar. Vean las dos versiones y luego ya decidan. Y si no. Miren a las venas sin abrir de Kevin, el protagonista de mis primeras líneas, y díganle que esta sociedad en la que se quiere reinsertar no le necesita. Que todo su trabajo de rehabilitación ha sido mentira. No esperen a mañana. No vaya a ser que hoy se inserte en la sociedad y se crea que algún día soñó en salir del club del último de los olvidados.

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