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Hace unos días dos profesores de la Universidad de Salamanca, Javier Sánchez Zapatero y Antonio R. Celeda, presentaban un libro sobre la Guerra Civil inédito en España. “El libro de la XV Brigada. Relatos y testimonios de la Guerra Civil española” es el título de este volumen, editado por Amarú y traducido por la profesora Elena Rodríguez Murphy.

Es una estupenda noticia que este tipo de publicaciones sobre los distintos testimonios de la Guerra Civil comiencen a ver la luz, con la misma naturalidad que se publican infinidad de novelas o películas de ficción, y que vayamos aprendiendo a recibirlos, cuando son fiables y rigurosos, sin el ceño fruncido de algún interesado en sepultar nuestra historia. Aunque sea tarde (el volumen se publicó originalmente en 1938), parece que por fin hemos comenzado a entender que el derecho a la memoria histórica y a reparar a las víctimas no es más que una parte esencial del capítulo de derechos fundamentales de las personas.

Otro libro, muy recomendable para los salmantinos, publicado hace tres años por el Centro de Estudios Mirobrigenses y con el que estos días me entretengo es un minucioso y extenso trabajo de investigación de Ángel Iglesias Ovejero, catedrático emérito de la Universidad de Orleans (Francia). “La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948)” es su título. Sin tapujos, Iglesias expone los antecedentes y consecuentes de la represión franquista, iniciada en todo el sudoeste de la provincia de Salamanca a partir de la proclamación de la guerra, un relato que se extiende hasta el 48, con la salida de los últimos maquis por Navasfrías: la implantación del sistema represivo, sus objetivos y su desarrollo en este cuadrante sudoccidental de la provincia, con características propias con respecto a lo acontecido en la retaguardia de la España nacional.

Es precisamente con este relato donde me entero que en ese pueblo tranquilo y pacífico en el que transcurrió mi infancia, llamado Ituero de Azaba, se vivieron algunos de los episodios resueltos con mayor cantidad de inquina hacia sus habitantes, pobres jornaleros empeñados en defender la legislación vigente, calificados en los escritos de los delatores como “marxistas en masa”, dedicados a cometer “todo tipo de desmanes a granel”. En efecto, un poco tarde, comienzo a entender el singular celo con el que nos obligaban a cantar en el lugar aquel “Cara al sol”.

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