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Las consecuencias de la nefasta gestión del COVID llevada a cabo por el sainete de Gobierno que tenemos son y serán incalculables. De momento hemos visto los peores datos en materia de destrucción de empleo de la historia democrática de este país y no son nada comparable con lo que llegará cuando finalice el plazo de extensión de los famosos ERTE y cuando muchas empresas se vean sin ayudas y tengan que bajar la trampilla de sus negocios. Solo hay que darse una vuelta por las calles del centro de la ciudad para darse cuenta de que las caras de los dependientes de las tiendas que siguen abiertas son más tristes y la hostelería ya no sonríe.

El Estado no tiene un chavo y busca fórmulas para poder maquillar su desastre ante Europa y que vengan así los ansiados 140.000 millones de euros. Una de ellas, de extrema gravedad, es la incautación que pretende llevar a cabo de los ahorros de los ayuntamientos y las diputaciones. Un “exprópiese” Chavista en toda regla. Hace unos pocos años, el Gobierno de Rajoy tuvo que poner freno al desmadre en el que habían convertido las entidades locales la etapa de bonanza económica. Los alcaldes competían por ver quién cometía la mayor atrocidad en forma de obra faraónica sin sentido que endeudaba prácticamente de por vida a sus ayuntamientos. Se puso coto a estos atropellos con una reforma legislativa que incluía un techo de gasto y resulta que ahora, cuando los consistorios han sido responsables, llega la ministra Montero a llevarse las perras para tapar agujeros abiertos por su despilfarro. Una vergüenza. Las administraciones más cercanas a los ciudadanos van a tener que echar la primera mano al afectado por la pandemia y sin ese remanente no lo van a poder hacer. Esto a Sánchez y a Iglesias se la bufa, solo les importa salir lo más guapos posible en la foto de la reconstrucción vendiendo como suyo el mérito de otros. Todo esto con el visto bueno del presidente de la Federación de Municipios, Abel Caballero, el alcalde socialista de Vigo que presume de tener muchas luces, pero visto lo visto solo en Navidad.

Ante esta atrocidad casi todos callan, especialmente los alcaldes y concejales socialistas que siempre han sido los grandes defensores del municipalismo. No ven la magnitud de la operación del Gobierno, que arrebata de un plumazo el dinero y la autonomía conseguida durante años de gestión y lucha. Es mejor decir “sí bwana” a Sánchez que cumplir con la obligación para la que fueron elegidos en las urnas.

Esta solo es una de esas consecuencias de la gestión socialista de la pandemia, el resto quizás hayan llenado más páginas de periódicos y hayan ocupado más minutos en radio y televisión. Con este panorama muchos serán los que piensen que a Sánchez no le salva ni Dios, pero nada más lejos de la realidad porque siempre que el PSOE se encuentra en una encrucijada aparece su salvador, Vox.

Santiago Abascal se ha convertido en el paracetamol que necesita Sánchez cuando tiene un dolor de cabeza. El divino vasco anuncia una moción de censura contra el presidente a sabiendas que no va a salir adelante y cuyo único objetivo es desgastar al PP. Un error mayúsculo. Ni siquiera el ala más dura popular con la marquesa de Casa Fuerte y el teatrero de Las Navas del Marqués al frente podría apoyar en esto a Abascal.

Vox y el PSOE se retroalimentan y pierde España. Ambos saben que el paripé acaba cuando abandonan la Carrera de San Jerónimo, pero mientras tanto fingen su odio de lujo. Luego se frotan las manos cuando Tezanos saca el ‘rimmel’ que nos hace temblar a la mayoría de los españolitos.

Si en septiembre hay moción de censura serán cinco o seis escaños más para el inquilino de La Moncloa. Más vale que Vox plantara cara al Gobierno por intentar desvalijar a los ayuntamientos en lugar de hacer un ridículo solo equiparable al de Enrique Ponce cada vez que da un ‘like’ en Instagram.

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