23 marzo 2023
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La inmolación naranja

30 dic 2022 / 03:00 H.

    Recuerdo aún cuando Pablo Yáñez, efímero diputado nacional de Ciudadanos por Salamanca procedente de Valladolid, amenazó con inmolarse en las puertas de este periódico si no se retiraba de la página web un teletipo en el que se hablaba de su andadura política. Corrían buenos tiempos entonces para la formación naranja, comandada en aquellos momentos por Albert Rivera, que se tiene que estar partiendo la caja en casa con María Lucía viendo la deriva que vaticinó antes de huir.

    Pues bien, esa inmolación anunciada en 2016 llega con seis años de retraso. Ciudadanos se pega un tiro en el pie cada vez que toma una decisión, y eso que hasta ahora no ha afectado a su grupo en el Ayuntamiento de Salamanca parece que ahora sí tendrá repercusiones definitivas y lamentables para la ciudad. El trabajo de Ana Suárez, Juan José Sánchez y Fernando Castaño es innegable y en este caso no hay duda de que de verdad han dado frescura al Gobierno municipal. Cada uno en su parcela han aportado mucho y le han dado a García Carbayo lo que algunos de los suyos no han terminado de hacer.

    Inés Arrimadas es la culpable de que Salamanca esté a punto de perder a estos concejales. Salió escopeteada de Cataluña en cuanto vio la oportunidad, y de aquellos polvos, estos lodos. A cinco meses de unas elecciones municipales se enfrenta con su número dos, Edmundo Bal, sin pensar en aquellos gobiernos municipales y provinciales en los que consiguió colarse y tener gran peso. Todo para intentar salvar los muebles en las generales de diciembre de 2023. Y eso no lo arregla ya ni la madre que lo parió.

    Ana Suárez ha dicho por activa y por pasiva que su sitio está en Ciudadanos, lo que no sabemos es si para cuando llegue el momento de formalizar su candidatura a las municipales la formación seguirá teniendo estructura que la proteja. Nadie sabe si su socio de Gobierno en la Plaza Mayor le haría una oferta para formar parte de la lista del PP, pero en el caso de que se produjese, un “no” sería realmente perjudicial para todos.

    Fernando Castaño es uno de esos versos sueltos con difícil acople en un partido tradicional. Sus locas ideas y su capacidad para enfrentarse hasta a su propio líder regional denotan personalidad por bandera. Aquella defensa del sector de la hostería cuando en plena pandemia era cerrado por los suyos en Valladolid le ocasionó tantos disgustos como alabanzas. Ahora, en la lista de Cs no tiene prácticamente opciones de repetir como edil.

    Juan José Sánchez es el único que ya ha manifestado públicamente que no va a tragar con la disputa entre Arrimadas y Bal. No se volverá a presentar en la lista de Ciudadanos, lo que no quiere decir que no pase a formar parte de la de otro partido.

    Si en el ámbito municipal el papel de Ciudadanos es complicado, en el provincial se puede decir sin miedo a equivocarse que su salida del palacio de La Salina es prácticamente segura. Solo un resultado brillante en la capital podría permitirle al alcalde de Doñinos pelear el acta de diputado provincial con el resto de concejales que obtenga Cs en el alfoz.

    Aún recuerdo cuando debutó en la Diputación repitiendo una y otra vez que su intención era trabajar desde dentro para su desaparición. Una incongruencia más de un partido que ha dado más bandazos que Pedro Sánchez. A veces los políticos se piensan que los vecinos no perciben estos cambios de rumbo, pero el elector de tonto no tiene un pelo y sabe cuándo se lo intentan tomar. Esta imagen, y la de la inmolación de Pablo Yáñez, son dos claros ejemplos.

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