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La Historia pasa a la historia

Lunes, 4 de abril 2022, 05:00

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Caminando por las cumbres de la salmantina Sierra de las Quilamas resuenan los ecos de las apasionantes leyendas que surgieron fruto de la sabiduría e imaginación popular. Cuentan que en la Cueva de la Mora se esconde parte del tesoro de Alarico, ocultado allí por el último rey godo, don Rodrigo. Se dice también que, en el pico del Castillo, las piedras que permanecen formando una especie de muralla, son los restos de la fortaleza en la que se ocultó este monarca, el que puso fin al reino visigodo de Toledo y dio paso, con su derrota en la batalla de Guadalete, a la dominación musulmana. Una invasión que, según reza la fábula, tuvo su mecha en las vejaciones de Rodrigo a Florinda, la hija del conde ceutí don Julián. Éste, furioso por semejante afrenta, permitió el paso de los hombres de Táriq ibn Ziyad a la península a través del estrecho de Gibraltar.

A partir de ahora será mucho más complicado que un alumno de la ESO sepa quién fue don Rodrigo. Ni tan siquiera se tratará (ahora se toca de puntillas) lo que significó el paso de los godos por la península. Porque por mucho que nos cuenten milongas y películas, no fueron los Reyes Católicos los que acuñaron el concepto de una España unida. Ese honor hay que apuntárselo al rey godo Leovigildo, capaz conseguir la unidad política de Hispania. En cualquier país decente con una historia tan apasionante como la que tiene el nuestro, ese episodio jamás se podría pasar por alto en un centro escolar. Sin embargo, en España se oculta completamente. Imposible de entender lo que viene después. Imposible comprender cómo se desmorona el Imperio Romano y cómo, tras los godos, llegan los musulmanes. Imposible interpretar cómo se gesta la Reconquista. Y, por supuesto, imposible suponer que Isabel y Fernando toman su concepto de patria del que ya existía durante el reino visigodo.

La ministra de Educación, Pilar Alegría, conocida popularmente como ‘Pili Juergas’, ha asestado una puñalada trapera a la memoria de España. Porque esa sí que es la auténtica memoria histórica. La que todos y cada uno de los alumnos de Secundaria deberían saber y comprender. Y no hablo de retener sin más la lista de los reyes godos como hicieron nuestros padres. Me refiero a entender que ese periodo de la historia es vital para comprender lo que viene después. Sin embargo, lejos de recuperar esos conceptos básicos, el proyecto de real decreto de la ESO que el Consejo de Ministros aprobó la pasada semana da un preocupante y casi delictivo paso atrás. La Historia deja de explicarse de manera cronológica, para pasar a impartirse por bloques temáticos. El objetivo es hacer un cóctel amargo para volver locos a los estudiantes y que se planten en el Bachillerato sin tener ni pajolera idea de dónde venimos. Absolutamente demencial.

LA GACETA se hacía eco hace unos días de la indignación de los docentes por este insulto a la inteligencia. Soledad Tena, coordinadora del grado en Historia de la Universidad de Salamanca y profesora del área de Historia Medieval, lo dejaba claro con una frase lapidaria: “No tiene sentido mezclar los esclavos de Egipto con los obreros de las fábricas de la revolución industrial”. Esa es la tragedia a la que nos vamos a enfrentar. Y eso sin mencionar la desaparición de la Filosofía, una asignatura clave si se imparte de una forma didáctica, amena y divulgativa.

Una sociedad que no conoce su propia historia está condenada al fracaso a todos los niveles. Si nuestros antepasados convirtieron la Sierra de las Quilamas en un lugar de leyendas vinculadas a don Rodrigo es porque tenían muy claro quién era este monarca. Y los que vinieron después, consiguieron interesarse por ese periodo tirando del hilo del mito. Pero para eso hace falta que en los colegios e institutos se ponga una semilla que la ‘banda de Sánchez’ se quiere cargar a base de mucho estiércol y poca simiente.

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