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En la vorágine audiovisual que vivimos nos falta tiempo. No podemos parar. No podemos pensar. No podemos disfrutar. No podemos volver hacia atrás, rememorar momentos, mismamente de anoche. Todo, por cercano en el tiempo que esté, parece lejano. El presente nos lo han hecho para que se autodestruya en 5 segundos, como las viejas cintas magnetofónicas del “Misión Imposible” de Peter Graves. Ahora, a lo mucho, el pasado es una moda etiquetada como “vintage”... pues lo cierto es que vivimos solamente el segundo actual. Disfruta tu segundo, no paran de repetirnos... La vida no son ya dos días, ni siquiera mi valla publicitaria de “Reebok” en La Brea Ave. de los noventa, “Life is short. Play Hard”; la vida es el segundo actual, el anterior ya lo olvidamos, y el siguiente aún no existe. La vida es mucho más, que no nos la quiten. Rebelémonos.

Yo me niego (aún puedo hacerlo, aún me permiten hacerlo). Me niego a tener televisor, me niego a ver televisión, a llevar una vida sedentaria y tediosa basada en una sucesión de imágenes que ahora agrupan en “temporadas”. Me niego a renunciar al pasado de mi civilización (la Historia), y por supuesto me niego a concentrar mis otras vidas en el segundo actual, como si nada hubiera ocurrido. Lo que pasó en Beijing no se quedó en Beijing, está aquí, de vuelta... La vida es una sucesión de consecuencias y casualidades y es imposible renunciar, salvo que nos hayamos convertido en vegetales......

Y así, en mi propio mar de consecuencias y casualidades (un “it´s not too late”, me llamó con fuerza desde el “The New York Times” del pasado día 23), entré en el cine, glorioso acto aún posible, aún permitido para ver todo un ejercicio de nostalgia... El cineasta francés Claude Lelouch ha reunido a Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant para continuar, 50 años después, la película que hicieron juntos, “Un hombre y una mujer”. Y el resultado ha sido “Los años más bellos de una vida”, una película que no es una película entendida como tal, pero que desborda el regalo de vivir aun a pesar del paso del tiempo, hilo conductor de este sueño personal de Lelouch en busca de redimir los errores con los que vamos trufando nuestras vidas; unos consiguen enderezarlas y regresar al lugar en el que se “desviaron”, o al Amor “perdido”..., y otros sólo pueden recordar entre las brumas de la memoria y la belleza aún luminosa de Anne Gauthier (Anouk Aimée)... aunque siempre podremos llegar a París conduciendo bajo la lluvia antes que un tren... Y siempre, siempre nos quedará la habitación 26 de un hotel de Deauville. ¿Cuál es, cuál fue la suya?

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