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Hay conciertos realmente memorables. Me da que los recientes de Raphael en el Wizink Center este sábado y domingo serán para algún porcentaje de esos casi nueve mil asistentes y para quien con ellos se relacione durante los próximos días, de este tipo de inolvidables veladas.

Especifiquémoslo, porque a pesar de que las fotografías y vídeos tomados del evento ya hablan por sí mismos del tamaño morrocotudo de la imprudencia, los organizadores presumen de haber cumplido con las medidas: el Wizink Center es un espacio cerrado, donde se invitó a la aglomeración de la multitud de personas arriba anotada y donde al menos permanecieron en el lugar las dos horas y media que duró el desmesurado espectáculo.

Para calibrar el nivel de incoherencia e irresponsabilidad de nuestros políticos, digamos que hablamos del mismo espacio en el que el Real Madrid de baloncesto ha de jugar sin público para evitar darle alas al virus. Hablamos de la misma ciudad, donde curiosamente se prohiben las reuniones de más de 6 personas estas Navidades. Hablamos del mismo país en el que cada día siguen muriendo por coronavirus las mismas personas que morirían si se estrellase un Airbus A350. Y hablamos de un continente donde los especialistas en virología y epidemiólogos nos vienen anunciando la llegada de una terrible tercera ola que no dará tiempo a contrarrestar con las anunciadas vacunas.

Para confirmar el nivel de torpeza de la que hace gala el público (al parecer la irresponsabilidad no es patrimonio de los jóvenes) anotar que somos tan necios que tendemos a confundir lo que en cada momento se debe hacer con lo que nadie ha prohibido. También de lo incapaces que somos para extraer alguna lección de las batallas que hemos ido perdiendo a lo largo de todo este año intentando convivir con este virus que tanto dolor y ruina está causando.

“Raphael siempre vuelve por Navidad” decía un spot para anunciar alguno de esos programas televisivos que por estas fechas protagoniza el incombustible cantante. Pues en efecto, este año tampoco ha querido faltar. En vivo y en directo y por partida doble. Lástima que en esta ocasión sea para ayudar a la insensata Isabel Ayuso, dándole sentido a la construcción en tiempo récord de su curioso hospital.

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