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El Parlamento de Castilla y León, que de siempre ha parecido una jaula de grillos, se ha convertido en las últimas semanas en una ruidosa gallera, donde los portavoces de los grupos políticos regionales se tiran dentelladas con la navaja entre los dientes un día sí y otro también.

Los debates en las Cortes regionales nunca han tenido una gran utilidad. En tiempos servían para el lucimiento de los líderes de los partidos, muchos de ellos de afilada prosa y mordiente ironía. No se escuchaban los argumentos del contrario ni se conoció el caso de que alguien convenciera a alguien de algo, pero las justas parlamentarias tenían su aquel y provocaban el disfrute intelectual de la audiencia. Ahora los debates siguen siendo un diálogo de sordos, pero se ha perdido calidad oratoria y se ha caído de lleno en la violencia verbal, el insulto barriobajero y la amenaza de tinte mafioso.

En los últimos días hemos llegado a la cumbre de esta escalada de tensión cuando el portavoz de la oposición, el socialista Luis Tudanca, le espetó al presidente de las Cortes, el naranja Luis Fuentes, aquello de “Te vamos a acabar inhabilitando”. El árbitro de los rifirrafes parlamentarios había amenazado con expulsar a otra procuradora socialista (las parlamentarias del PSOE son tan propensas a ver la tarjeta roja como el intrépido Sergio Ramos) y la bancada del puño y la rosa se había sublevado contra la ‘dictadura’ de Fuentes. Una escena nada edificante, rayana en el alboroto propio de uno de esos insufribles programas de telebasura, que remató Tudanca de la peor manera: amenazando en plan chuleta.

Decía ayer el propio líder regional del PSOE, en contestación al previsible y habitual contrataque de Francisco Igea, que su partido no es el problema. Y puede que tenga razón. Pero su partido, sin duda, tiene un problema. El mismo Tudanca tiene un problema: que todas las encuestas le dan perdedor de celebrarse ahora elecciones autonómicas, y no parece tener a mano recursos para revertir esa tendencia. Decir, como aseguraba también ayer, que el problema de Castilla y León es la corrupción de la Junta, es vivir de la memoria y errar el tiro. Las perlas y otras joyas eólicas pertenecen a los tiempos y responsabilidades de Juan Vicente Herrera, y de la gestión de Alfonso Fernández Mañueco no hay noticias en los juzgados, al menos en lo que toca al soborno y el trinque de lo público.

Entre algunos otros despropósitos, Tudanca apuntó un tiro en la buena dirección cuando acusó a la Junta de provocar el caos y de hacerse la oposición unos a otros. En lo que toca a la gestión sanitaria, el desconcierto ha sido norma durante buena parte de la pandemia, y ha desembocado en la desautorización del ‘proyecto cierra consultorios’ de la consejera Verónica Casado por parte del presidente, sin que tal afrenta haya conseguido la dimisión y vuelta a su consulta de la ex mejor médico del mundo. Ese caos terminará cuando se celebren nuevos comicios, aunque el PP se enfrentará a la temible alternativa de cambiar a Cs por Vox como socio preferente, con el reconcome que ese compañero de cama puede generar en el siempre moderado Mañueco.

En fin, que los nervios que Tudanca tiene a flor de piel le vienen de la posibilidad muy cierta de que Mañueco convoque a las urnas antes de que el PSOE apañe una moción de censura, allá por marzo de 2022. Entre la desesperación socialista y los agónicos estertores de Ciudadanos, cuyo futuro es negro como el sobaco de un grillo (los sondeos vaticinan que pasarían de 12 a un solo parlamentario), las enganchadas entre ellos están a la orden del día. Unos porque no llegan y los otros porque les huele el trasero a pólvora, ambos están a sacarse los ojos y de aquí a las elecciones no parece que pueda haber tregua ni cuartel en la gallera parlamentaria.

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