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La cena de los idiotas

Jueves, 29 de octubre 2020, 04:00

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Francis Veber es el guionista y director de esta clásica comedia francesa estrenada en 1998. Pedro J. Ramírez es el organizador y director de la indignante farsa española celebrada la noche del 26 de octubre. A la cena que tuvo lugar en el Salón Real del Casino de Madrid asistieron ciento cincuenta invitados, según los periodistas. El dueño de El Español dice que sólo eran ochenta.

Entre los asistentes, tres ministros —incluido el de Sanidad—, varios presidentes de comunidades autónomas, el Jefe del Estado Mayor de Defensa, la Fiscal General, grandes empresarios y Florentino Pérez.

Un día antes, el pasado domingo 25 de octubre, se publicaba en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto 926/2020, por el que se declaraba el Estado de Alarma. En el artículo 9.1 se dice que “la permanencia de grupos de personas en espacios de uso público, tanto cerrados como al aire libre, quedará condicionada a que no se supere el número máximo de seis personas, salvo que se trate de convivientes y sin perjuicio de las excepciones que se establezcan en relación a dependencias, instalaciones y establecimientos abiertos al público”.

Suponemos que esta concentración de gente poderosa, rica y famosa en un lugar habitualmente concurrido por ricos, famosos y poderosos para hacer cosas de famosos, poderosos y ricos entrará dentro de las excepciones. De hecho, el actual consorte de Cruz Sánchez de Lara se ha apresurado a dar explicaciones sobre el prescindible evento. Y, de paso, ha tildado de “fanáticos”, “mentirosos” y “envidiosos” a aquellos que recuerdan a organizador e invitados lo de “consejos vendo que para mí no tengo”, “la mujer del César no sólo tiene que serlo sino parecerlo” y “dimitir no es un nombre ruso”.

En la película de Veber unos nuevos ricos invitan a cenar a una persona que consideran idiota, sin que él lo sepa, para reírse a su costa. Sin mostrar ninguna empatía y con una crueldad inhumana. Pero no cuentan con que uno de ellos les pondrá frente al espejo. No se llamaba Covid sino Pignon. Es entonces, y sólo entonces, cuando descubren que los únicos idiotas que había en la cena —oh sorpresa con fiebre y tos— eran ellos.

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