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Muchos ignorantes como yo, desconocerán que hay calles salmantinas tan distinguidas que hasta tienen sus propias asociaciones gremiales. Es el caso de la Rúa Mayor, que cuenta con su propia Asociación de Comerciantes y Hosteleros. Comrúa es su acrónimo.

Estos días Comrúa está en pie de guerra riñendo desafiante a todo el personal. Acaso se salva el concejal Fernando Carabias, un hombre, dicen, sensato. El designado para reñirnos por lo mal que nos estamos portando con el tema de las terrazas es el asesor de la asociación, Lázaro Sánchez. Lázaro ha lanzado tantos mandobles a diestra y siniestra que alguno se lo propina en los morros a sus propios colegas, esos comerciantes que teniendo también negocios en la Rúa, dicen con razón que tantas terrazas no dejan que los viandantes puedan contemplar los escaparates de sus tiendas.

Con todo, los que más palos hemos recibido somos los que alguna vez hemos tenido la osadía de quejarnos de que el excesivo número de terrazas instaladas en la Rúa dificulta la movilidad y el paseo de las personas que circulan por la misma. Para el señor Lázaro estos disparates los esgrimimos por “antisalmantinos”. Es decir, si nos atenemos a sus declaraciones, Comrúa también será quien otorgue el carnet de buen y mal salmantino: será buen salmantino aquel que defiende el desparrame de terrazas y malo el que cree que a Salamanca le iría mejor dejando que la gente, autóctonos y turistas, pueda pasear con tranquilidad disfrutando de esas calles históricas sin las aglomeraciones y tropezones que provocan en determinados días las terrazas.

“¿Quién ha dicho que las calles son del paseante?” interpelaba el señor Lázaro. Tienen tan asumido que la invasión de la mayor parte del pavimento de la Rúa es un derecho adquirido de sus negocios, que pareciese que como diría en sus tiempos Fraga “la calle es mía” aunque por pura cortesía dejen a los viandantes un estrecho carril a los costados por el que podremos pasear a ritmo procesional, como por una servidumbre de paso. La calle no es para pasear sino para comer y beber, parecen decir.

Sospecho, por tanto, que cuando se decidió tan razonable y cívicamente convertir la Rúa en “peatonal” la expresión era muy desacertada, siendo lo procedente decir “terracil” en lugar de “peatonal”.

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