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Ha terminado la semana envuelta en preguntas. Las de Pablo Iglesias a sus fieles, que son preguntas trampas. La de si veremos en un mismo escenario a Kiko Rivera y su hermana Isabel P bajo la representación artística de su madre, Isabel Pantoja, cuya diabetes nunca debió llevarla a “Supervivientes”. Le preguntan a Mañueco por sus consejeros y nos preguntamos si el “Love” de Malú en su camiseta cuando fue a recoger a Rivera al hospital no fue además de un mensaje una clara sobreactuación, como la de Inés Arrimadas en la fiesta del Orgullo. He pasado la mañana en la peluquería, donde la gente pierde parte de su cabeza, hace preguntas y consigue a cambio información y sobre todo mucha opinión. ¿Qué necesidad había de pruebas científicas cuando se veía claro que el presunto hijo de Julio Iglesias es igualito a su padre? Son ganas de gastar dinero, dice alguien. Bueno, pues de la pugna judicial se espera más recorrido, como se espera más del noviazgo de Rivera y Malú que algunos daban por roto despreciando la fuerza del amor.

La investidura de Alfonso Fernández Mañueco también deja preguntas. Para mí las más interesantes son las relacionadas con las ausencias, pero las crónicas se empeñan siempre en las presencias. La de Casado, por ejemplo, tenía que ver con la necesidad de una fotografía que enviase a la opinión pública el mensaje de un PP que gobierna. Es fácil suponer que Santiago Abascal, de Vox, habrá tomado también nota. Rajoy y Soraya estaban por la fidelidad de Mañueco aún en tiempos complicados, y otros se exhibían para que se les tenga en cuenta, mostrando un afecto que es sobre todo interés. Pero así es la condición humana. Moreno Bonilla, que subió desde Andalucía, estaba en su condición de ejemplo de que el roce hace el cariño. Una conocida presente me ha hablado de la incomodidad ambiental cuando Mañueco habló de Herrera: traspasó la piel. La imagen del expresidente quitándose la corbata en la puerta antes de subirse a un coche no oficial es una metáfora y un mensaje, y tiene también algo de sobreactuación.

En la biografía política de Mañueco ese momento investidura de este viernes podría verse como un asalto a la Bastilla que ha representado el edificio presidencial de la Junta de Castilla y León; un bastión que siempre ha ofrecido resistencia al salmantino a pesar de haber estado en ella. Hoy,14 de julio, los franceses celebran su fiesta, que es la conmemoración de la toma de la Bastilla, novelada ahora por Enric Vuillard –uno de los libros de este verano—pero que late también en “El populacho de Paris”, de Luc Sante, o en la propia “Comedia humana” de Balzac, libros que hablan de París, ciudad de moda tras el incendio de Nôtre Dame, que nos llevó a redescubrir la famosa novela de Víctor Hugo “Nuestra Señora de París”. De aquel episodio de la Bastilla pudieron partir la ocupación francesa de Salamanca y los destrozos consiguientes, retratados entre otros por Ricardo Robledo en “Salamanca, ciudad de paso, ciudad ocupada”. Podríamos preguntarnos en este tiempo de inquietudes y sobresaltos si hoy tendríamos aún monasterios y colegios que terminaron en la ruina por una guerra que quizá surgió de las cenizas de la Bastilla, como sucede con el monasterio de San Vicente, y si Mañueco estaría en la presidencia de la Junta, con la Bastilla regional conquistada, si no hubiese ganado con audacia varios pulsos anteriores, que muchos le dirían que no echase.

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