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LA única asignatura obligatoria debería ser la solidaridad”. Así comienza el currículum de Miguel Ángel Rodríguez, el periodista y divulgador humanitario que este próximo día 14 de diciembre ofrecerá una conferencia en Salamanca, dentro del Foro de Solidaridad que organiza nuestro periódico.

Mucho me temo que Miguel Ángel Rodríguez, que por su trabajo en Cruz Roja conoce de primera mano lo que está ocurriendo en los países que suman a su cotidiana lucha contra la desnutrición y el desabastecimiento la batalla contra el coronavirus, y que de hecho titulará su conferencia “La atención a los más débiles en un mundo en conflicto asolado por la covid”, no sólo vendrá a intentar convencernos de que efectivamente la asignatura de la solidaridad debería ser obligatoria para todos sino que además terminará confesándonos que a estas alturas del curso, la llevamos más que suspendida y con un colosal cero patatero en nuestro cuadernillo de notas.

Simplemente baste con recordar que mientras que estos días nos acercamos tan felices a inocularnos nuestra tercera dosis, en la mayor parte de estos países pobres, la vacunación sigue siendo realmente catastrófica. Los datos que propaga la OMS son terribles. Mientras los países del G-20 acaparan el 80% de las vacunas producidas, apenas un 0,6% han ido a parar a los países con menores ingresos. Mientras en Europa, por ejemplo, en estos momentos está vacunado un 70% de la población, en el continente africano tan solo un 7%.

Recordemos también, hablando de solidaridad, que aquella propuesta de liberar patentes planteada a la Organización Mundial de Comercio que podría haber ayudado a fabricar vacunas fuera de los laboratorios de nuestro primer mundo, si bien contó con el apoyo de más de cien de los 164 países representados en la OMC, entre ellos Estados Unidos, permanece encallada precisamente por la oposición de la Unión Europea y de algunos otros países que apostaron mucho más por los dividendos que procuraba la exportación que por el altruismo. Un egoísmo un tanto necio si tenemos en cuenta también que nunca conseguiremos erradicar esta nefasta peste por muchas pautas que completemos en nuestro paraíso de ricos, si como estamos viendo, no conseguimos vencer a un virus que en un mundo tan globalizado como el nuestro, muta y se propaga con la misma facilidad con la que lo hace nuestra ciega y voraz estupidez.

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