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Hay quien empleó el día de antes de ayer en homenajear la Constitución española merendándosela toda entera, desde el capítulo preliminar a la disposición final, como también hay quien aprovechará el día de hoy, que se cumple el cuarenta aniversario de la muerte de John Lennon, para rendir homenaje al ex Beatle, escuchando de arriba abajo toda su discografía. Incluso algunos de los más fanáticos, caso de un servidor de ustedes, ya sin saltarse como en otro tiempo las irritantes canciones de Yoko, colocadas a traición en álbumes tan entrañables y legendarios como el “Double Fantasy”, el último que editó en vida pocos meses antes de que aquel pirado lo cosiese a tiros en el hall de su casa en el Edificio Dakota.

Pero ¿qué envejece peor, nuestros preceptos constitucionales o las letras de Lennon? Pues hombre, yo diría que en ese aspecto, pongamos que estamos a la par. Igual de cándido, inocente, platónico y utópico ha devenido el mensaje de nuestros padres constituyentes como el de las canciones del bueno de John Lennon. Así dice, por ejemplo, la Constitución en su artículo 14: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Por su parte, John Lennon entonaba en “Imagine”: “Imagina que no hay países / no es difícil hacerlo / nada por lo cual matar o morir / y tampoco ninguna religión / Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz”.

Sucede, sin embargo, que los artículos de la Constitución, por más que nacieran para intentar no hacernos sangre entre nosotros en un momento muy comprometido de nuestra historia, hoy nos separan más que nos acercan porque la música en la que nos vienen envueltos suena demasiado al ruido de exclusivistas himnos patrióticos y a amenazadoras músicas militaristas. Todo lo contrario de las geniales y hermosas melodías de John, que acaso porque estaban armadas desde el voluntarioso corazón de un tipo enamorado, hoy nos siguen desarmando con su belleza, enamorándonos y haciéndonos terriblemente felices mientras nos sentimos parte de una humanidad que simplemente aspira a vivir en paz con los demás. Sospecho que a veces, estos pequeños detalles, terminan marcando la diferencia.

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