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Algunos tenemos a la niebla como seña de identidad de Salamanca porque vivimos nuestra adolescencia envueltos en ella. A veces la niebla tardaba semanas en levantar y las heladas contribuían a aquella humedad que te llegaba a los huesos, se decía. El tren que llevó a Madrid a Greta Thunberg atravesó la niebla salmantina la otra noche, pero no era la de entonces, como el frío de ahora tampoco lo es. El dato nos lleva a una realidad que se debate estos días en Madrid y de la que Greta es un portavoz: los gobernantes nos han traicionado, nada van a hacer y serán los ciudadanos, una vez más, los que deban hacerlo. Nadie puede decirle a la enfurruñada niña nórdica de la pancarta de los viernes que no tiene razón, y si cae mal a los adultos es porque nos coloca ante la vergüenza de haber sido depredadores de la naturaleza y dejarles a los de su generación una mierda. La niebla que conocerán será de pura contaminación y es probable que deban viajar lejos para conocer el frío. De esto va el momento.

Un momento puente, que, como todo puente, nos lleva de un lugar a otro, pongamos que a la Navidad, pasando por la Inmaculada de José Rivera, el juramento del dogma de la inmaculada concepción de María, de Francisco Cacciániga, o a la capilla del Desagravio en la Catedral Nueva. Esta ciudad tiene un vínculo especial con esta festividad de hoy. Si la Purísima luce es por esa Inmaculada del Españoleto, con su ropaje majestuoso y su serenidad, acentuada por la movilidad de su entorno. ¿Qué dogma estarían dispuestos a jurar hoy los doctores de la Universidad de Salamanca, como sus antepasados de la Capilla Universitaria? Podría sugerir unas cuántas capillas más de desagravio y por muchas causas, pero solo tenemos una, la que recuerda aquella agresión a una Inmaculada, al comienzo de San Pablo la noche del 22 al 23 de junio de 1664, más o menos frente a Casa Paca. Podrían ser más las Inmaculadas salmantinas si aquella de Goya...En fin. Un puente endulzado con dulces de monjas en Morille, dulces con miel, que es néctar de Afrodita, inspiración de poetas como Machado, Virgilio o Lorca, y regalo de la naturaleza para que tengamos turrón albercano, como el de la gran Mari Luz Lorenzo, o la familia Mancebo, en los portales salmantinos, o el turrón albense, con piñones, de La Madrileña; para que tengamos, también, garrapiñadas y pestiños, y la torrija de Gonzalo Sendín. No olvidemos que el Mesías se alimenta de mantequilla y miel. Pero, ay, las abejas de extinguen y los apicultores van camino de ser, también, una especie en vía de extinción, como barrunta Aurelio Pérez, de COAG, y no habrá remedio natural para el mal de garganta.

Dulce día para Inmaculada Rodríguez, de la Asociación contra el Cáncer; Inmaculada Cid, de ZOES; Inmaculada González, química, que investiga la calidad del jamón; Inmaculada Sánchez Barrios, peleona por la igualdad dentro y fuera de la universidad o Inmaculada Ortego, farmacéutica de Santa Marta, que cruzan el puente a la Navidad celebrando su santo. Una Inmaculada que nos trae al recuerdo el colegio de Armenteros o el monasterio de La Inmaculada de Antonio Fernández Alba, pero decía que la niebla ha regresado –nunca se sabe por cuánto tiempo—y era una condición para la matanza. Niebla y sobre todo frío, mucho frío. La temporada está en su apogeo, como se señalaba ayer en estas páginas. Una matanza hecha más para el turista y el rencuentro vecinal que para la despensa familiar. Ya no se hacen matanzas como las de antes y pronto, seguramente, no se harán. Cosas del cambio climático, la despoblación y las nuevas costumbres.

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