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Sopla el viento con una fuerza descomunal. Arranca árboles, antenas, tejados y vallas. Además de provocar caos en el tráfico y al menos seis víctimas, el temporal ha limpiado la atmósfera sobre la península, pero el aire sigue enrarecido por la crisis política en España. Los malos humos y el tufo de una negociación apestosa para formar el futuro Gobierno de la nación no se han desvanecido, sino al revés: esto huele peor que nunca.

En los últimos días hemos asistido a la confirmación de esa ley inexorable según la cual si algo puede salir mal, acaba saliendo mal. La rebanada cae siempre por el lado de la mantequilla y los hados se han conjurado esta vez para echar una mano a los sediciosos.

En mala hora se le ocurrió al juez Marchena consultar al Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre el momento en que Oriol Junqueras adquiría la inmunidad como europarlamentario electo. No era necesario, porque ya el Parlamento de Bruselas lo había dejado muy claro al respaldar la posición del Supremo, y, sobre todo, era muy peligroso, teniendo en cuenta la trayectoria de varapalos que la justicia española viene recibiendo de los jueces en distintos países de Europa, a los que les encanta llevarnos la contraria, a veces incluso con razón.

El Tribunal éste en cuyas manos dejó el Supremo español la decisión sobre los rebeldes catalanes está presidido por un tal Lenaerts, un flamenco separatista, de la misma Bélgica cuyos letrados llevan años negándose a extraditar a una etarra que mató a dos guardias civiles y a un teniente coronel del Ejército. Seguro que ahora mismo está dando botes, celebrando el puyazo que le ha metido a la justicia española y disfrutando por el problema que nos ha causado a todos los españoles.

No hacía falta, nos han dado para el pelo y de nuevo hacemos en ridículo ante Europa. Marchena tiene una parte de la culpa, y el resto hay que apuntárselo a un tal Pedro Sánchez, que está destrozando la imagen democrática de España con su falta de escrúpulos a la hora de negociar su investidura. Cualquier ciudadano de la UE, incluidos políticos y jueces, se estará preguntando qué país bananero es el nuestro donde se condena por delitos gravísimos a los mismos líderes nacionalistas con los que el presidente del Gobierno en funciones está pactando el futuro de la nación o cuando ven que terroristas como Otegui y sediciosos como Junqueras están pactando con Sánchez las condiciones del futuro gobierno. Y habrán acabado de alucinar cuando hayan escuchado al presidente en funciones asegurar que en Cataluña no hay unos sediciosos, rebeldes y delincuentes que han intentado y siguen intentado romper España, sino un grupo de idealistas de la independencia, con quienes hay que negociar la solución al “conflicto político” entre dos naciones iguales. Pero bueno, ya dijo en su día el Tribunal Supremo, en una sentencia histórica, que el golpe de Estado no era más que una ensoñación... Y puede que se verdad: un sueño para los separatistas y una pesadilla para quienes amamos este país.

Ahora los golpistas están crecidos, Puigdemont y su lacayo Comín ya tienen el acta de diputados europeos, Junqueras se cree con derecho a salir de la cárcel para volver a intentarlo y, en fin, todos los enemigos de España están de fiesta y tirando cohetes.

Y, como todo lo que podía salir mal está saliendo peor, esa euforia nacionalista no ha servido para que ERC rompa relaciones con Sánchez, sino para que negocie la investidura desde una posición de más fuerza. Si el presidente en funciones tuviera una miaja de conciencia, habría vuelto al redil constitucional para intentar un acuerdo con el centro derecha que salve a nuestro país de esta turba secesionista, pero lo único que tiene el Doctor No es un deseo irrefrenable de continuar calentando colchón en la Moncloa. Y para eso le da lo mismo forzar a la Abogacía del Estado a pedir la libertad de Junqueras que indultar a los sediciosos o prometer un referéndum legal e ilegal en Cataluña.

A este no lo arranca de la Moncloa ni un huracán de categoría 5.

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