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Holgazanes con táctica

Martes, 10 de septiembre 2019, 05:00

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Que España es un juguete en manos de una pandilla de mediocres indocumentados no es nada nuevo. Los españoles somos la última sardina de la banasta. Los problemas de desempleo, discriminación de los autónomos, inseguridad, vivienda y Cataluña, son secundarios. Sólo hay dos principios que mueven a la clase política dirigente: la holgazanería y la táctica electoral. Pedro Sánchez representa como pocos estas máximas. Es un gandul de manual porque ha pretendido que la investidura le viniera llovida del cielo. Postura similar a la de Rajoy tras las elecciones de junio de 2016 cuando quería ser presidente sin mover ni un dedo. En su caso era normal, porque siempre fue lento de reflejos y se encontraba ante un escenario totalmente desconocido para él. Sin embargo, Sánchez ya debería tener interiorizada la necesidad de negociar. De pactar y ceder. Aunque a muchos nos aterre tener al caballo de Troya de Unidas Podemos en el Gobierno y que los independentistas sean decisivos, ese fue el desolador dibujo que esbozaron las urnas.

El presidente ha querido elecciones desde el principio. No lo podía decir porque estamos hasta el moño de ir a votar, pero no podía disimularlo. Es un pésimo jugador de golf que en el ‘green’ falla uno y otro ‘putt’ sin lograr embocar la bola. Mientras, nos tiene en ascuas hasta que consiga su objetivo. Y ese no es otro que lograr la mayoría más amplia posible para tener a Podemos como un esclavo al que no le quede otra que apoyar su investidura. Esa fue su táctica desde el principio. Pero no ahora, sino cuando llegó al Gobierno tras la moción de censura. Por eso configuró un Ejecutivo de ‘caras bonitas’ y tomó un puñado de medidas populistas que preparaban el terreno para una cantada victoria electoral. Ahora se encamina hacia un segundo capítulo de su perverso tacticismo. Deja a los de Iglesias como traidores de la izquierda y él se lleva la gloria en unos comicios en los que muchos nos pensaremos si vamos a perder el tiempo en el colegio electoral.

Durante este verano en el que los políticos han colgado sin pudor el cartel de “cerrado por vacaciones” se ha producido un mercadeo de cargos obsceno. Una vez más hemos visto la doble vara de medir que hay en España con la derecha y la izquierda. Si esto mismo ocurre con unas negociaciones entre PP y Cs, hubiéramos oído pestes. Que si se reparten los sillones cuan mafiosos. Que si lo único que les interesa es el poder. Que si patatín, que si patatán. Pero la ‘progresía’ pulcra y decente sí puede caer en semejante procacidad. Ellos, los reyes de la moral, hablan del manejo del CIS o de la CNMV como cuando éramos pequeños y nos repartíamos los puestos en el improvisado equipo de fútbol que hacíamos en el recreo del colegio. Valientes sinvergüenzas.

No me extraña que Casado fuera hace unos días el más interesado en que saliera adelante un Gobierno de coalición PSOE-Podemos animando incluso a ello. Otro gesto de tacticismo. Obviamente sus intereses se verían reforzados con ese gallinero que sería una cohabitación entre izquierda y extrema izquierda, pero los perjudicados seríamos los españoles. Con una nueva crisis en ciernes y con los ‘podemitas’ exigiendo que el gasto público se dispare, las consecuencias de la recesión podrían ser más nocivas que en 2008.

Y mientras, la maquinaria electoral de Sánchez ya está en marcha. El sábado asumió que el 10 de noviembre nos volverá a llevar como borregos a meter el sobre en la basura. Para pisar sobre seguro, el CIS y RTVE funcionan a pleno rendimiento. Con un comportamiento más propio de una dictadura, los mensajes que se lanzan son electorales sin estar en campaña. Eso sí, no veo a los ‘progres’ que hablaban de manipulación en la televisión pública del PP decir ahora que estamos ante uno de los mayores usos partidistas que se han dado en democracia.

Lo peor es que ya nos hemos acostumbrado a este ‘show’ dantesco de luchas de egos y ausencia de Gobierno. Estamos hastiados y vamos camino de sufrir el peor de los males, el pasotismo.

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