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Muchos no entenderán el sentimiento que el fútbol puede generar entre los que llevamos ese veneno en la sangre, pero a pesar de lo frívolo que pueda resultar a algunos leer sobre ello creo que lo vivido estas semanas con el Real Madrid lo merece.

Gracias a nuestro equipo de fútbol, los madridistas hemos conseguido olvidar temporalmente los problemas cotidianos, la situación política ha pasado a un segundo plano e incluso nos quitamos la mascarilla para que culés y “antis” nos vean la sonrisa. El Real Madrid ha logrado que quien no sea fan de este club sea detractor, y eso solo lo consiguen los mejores. El espíritu del equipo de fútbol es quizás lo que nos hace falta más a los mortales para sobrellevar nuestro día a día: no rendirse nunca, afán de superación y confianza en sí mismo par afrontar los errores humanos que se cometen continuamente. Muchos dirán que el Real Madrid no ha ganado nada más allá de una Liga devaluada con un Barcelona arruinado que se ha convertido en un esperpento en manos de los “indepes”, y un torneo putrefacto con pasado nacional que ahora se juega en Arabia Saudí para que algunos listos se hinchen a cuartos. Y es cierto todo eso, pero el papel de este equipo en la Copa de Europa hasta llegar a las semifinales nos ha emocionado más que alguno de los doce títulos que llevamos a gala en nuestra mochila.

Ni siquiera los palos en la rueda puestos por la UEFA en su lucha de egos contra Florentino Pérez ha podido con el escudo. El Madrid actual no juega bonito al fútbol pero juega como le gusta a su afición. Para que los menos futboleros lo entiendan, en política esto solo es comparable a lo que consiguió Isabel Díaz Ayuso con el Partido Popular. Ha devuelto la ilusión a base de bravuconadas a una masa social aletargada, latente y desactivada. La presidenta de la comunidad madrileña genera tanto miedo en la oposición como el Real Madrid en los fans del resto de equipos, principalmente en muchos que intentan dar lecciones cuando ni siquiera han conseguido ganar una Champions League. Todos ellos de cara a la galería les critican cualquier cosa relacionada con el Madrid, pero en su interior saben que es el mejor club del mundo.

Después de mucho tiempo los madridistas volvemos a estar ilusionados. Preguntamos cuándo se hace oficial el fichaje de Mbappé y si esa bestia de la naturaleza que juega en el Chelsea, Rudiger, va a firmar como agente libre por nuestro club. Desde la conquista de “la décima” no había visto este nivel de unidad entre la afición. Conseguir una entrada para el partido del miércoles contra en Manchester City de ese ser rencoroso y malo en el que se ha convertido Guardiola es misión imposible. La reventa ya está por las nubes y hay grupos de amigos que están quedando para irse a vivir al partido en los aledaños del Santiago Bernabéu. Independientemente de que los ingleses se carguen al Madrid, esta Copa de Europa habrá supuesto un punto de inflexión para movilizar al madridismo. Habrá servido para demostrar que no se puede dar por muerto nunca a este equipo de fútbol y para sepultar los comentarios envidiosos e interesados de todos aquellos que critican a la afición del Madrid por su frialdad. Servirá para que pretéritos culés como mi amigo “Quen” finalicen el tránsito a la divinidad deportiva y acaben con la bufanda blanca al cuello. Numerosos seguidores del Barcelona han sido expulsados a patadas por un club más pendiente de la política que de los miles de seguidores que tienen más allá de Cataluña. Un error grosero y una actitud ruin refrendada por la nueva junta directiva que vive a espaldas de la masa social, todo lo contrario que la del club de Concha Espina, que genera prácticamente unanimidad en sus grandes decisiones. Y nada más.

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