Borrar

¿Habrá valido la pena?

Martes, 4 de agosto 2020, 05:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Tal día como hoy, pero de hace cincuenta años, me encontraba en el puerto de Bilbao, en la ría del Nervión, abierto a las mareas, donde para llegar tuvimos que pasar a la altura del Arenal bajo un puente levadizo que ignoro si todavía existe, justo en un lugar cerrado hoy al tráfico marítimo y, por tanto, a la carga y descarga de mercancías. Enrolado entonces como alumno en prácticas, que es lo que ahora llaman becario, en el “Glaciar Azul”, un barco frigorífico matriculado en Valencia, descargábamos bacalao traído de Islandia.

Pues cincuenta años después, rodeado de diarios, certificados, documentos, cartas, telegramas, papelotes... de entonces, que conservo y cuido como oro en paño, recuerdos que me permiten vivir de nuevo aquellas experiencias y escribir lo que estoy escribiendo, hecho la mirada atrás y me pregunto si habrá valido la pena lo trabajado y conseguido con no poco esfuerzo, renuncias y sufrimiento a lo largo de todo este medio siglo para llegar a donde hemos llegado. Viví como emigrante, no como exiliado, la decadencia y caída de un régimen, también desde la lejanía los momentos nada fáciles del cambio de la dictadura heredada a una democracia, así como la Transición y el establecimiento y la consolidación del nuevo régimen constitucional y monárquico del 78, con sus cuarenta o más años de concordia y sus muchas consecuencias, hasta que llegaron estos por voluntad soberana y no tan soberana, quienes una vez instalados donde ni en sueños esperaban llegar, se pusieron manos a la obra con la intención de echarlo todo a perder y la idea de que, cuanto antes fuese posible, no quedara de estos años absolutamente nada, si acaso un mal recuerdo, todo lo más, con lo que esto significa para España si de ella queda algo para contarlo en los libros de Historia.

Miro al Gobierno que tenemos, observo a quienes lo mangonean y noto la escora marcadamente comunista, pero de nuevo cuño en sus formas y apariencias, no así en su fundamento, que continúa inalterable. Hermann Hesse, pensador, Premio Nobel de Literatura y convencido comunista, pero con muchos reparos, dejó escrito sobre la necesidad absoluta de implantación del gran proyecto del comunismo frente a la amenaza fascista, “sin embargo -advirtió- los hombres en cuyas manos ha caído el aparato de poder del comunismo se han hecho culpables de toda clase de opresión, terror y brutalidad. Parece que al hombre sólo le queda ya una esperanza; la de poder cambiar y reformar no al mundo y a los otros, sino, al menos y en cierta medida, a sí mismos; y en los que lo hacen descansa, en definitiva, la salvación del mundo”. Bien dicho, es cierto, pero viéndolos ¿quién lo hace?

Cualquier cambio que se observa va encaminado en sentido contrario, o sea, en afianzarse en las viejas ideas sin permitirse un paso atrás y sin pensar en más que en ellos mismos, desde y hacia un modelo muy concreto: el latinoamericano en boga, de tufazo venezolano, que mantiene viva la llama bolivariana a base precisamente de “opresión, terror y brutalidad”, que es la guía a seguir a costa de todo, uno por acción desmedida, al no pararse en barras, de subirse por las paredes y montar las de Dios es Cristo cuando las cosas no salen a su gusto, estrategia poco inteligente que le trae más inconvenientes que ventajas, es el comunista del tándem, por tanto, el más peligroso; otro por omisión, que no altera por muy difícil que lo tenga, porque de su colega, cada vez de menos fiar, depende seguir soñando aunque sea despierto y le compensa todavía pasar por el aro. Me refiero al vicepresidente segundo, que anda salido de los nervios, y no le falta motivo, peligro añadido a su ya peligrosa existencia y tóxica influencia, y al presidente de este Gobierno traidor, tan chulo como en sus mejores momentos pese a que nos lleva a trancas y barrancas hacia imagínense lo peor.

Hasta Monedero reconoce abiertamente la hecatombe electoral de Podemos, la casta comunista del Gobierno, pero sin entrar en las causas con valentía, al menos en todas ellas, lo que me hace pensar si habrá valido la pena llegar a donde hemos llegado para esto.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios