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Garzón se hace caca

Lunes, 24 de febrero 2020, 04:00

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Hay determinados problemas que parte de la sociedad prefiere ignorar. Hacer como que no existen. Correr un tupido velo. Uno de ellos es el suicidio. Cada año fallecen en España por esta causa casi 4.000 personas. Más que en accidentes de tráfico. Sin embargo, nadie habla de ello. Ni tan siquiera nos preguntamos qué lleva a una persona a tomar una decisión tan drástica. No hay mecanismos de ayuda salvo iniciativas tan loables como el Teléfono de la Esperanza. Las administraciones no ocupan ni un minuto de su tiempo en ponerlo sobre la mesa.

Con la ludopatía ha pasado siempre algo parecido. Es una patología que ha existido siempre. Hace años ni tan siquiera se veía de esa manera. Los jugadores eran personas casi apestadas que además estaban señaladas por la sociedad. “Te lo has buscado” se llegaba a decir. Afortunadamente se ha llevado a cabo una importante acción pedagógica que ha logrado cambiar la perspectiva. Aun así, se sigue identificando al ludópata como una persona (en la mayoría de los casos hombre) que ha sufrido algún problema como la pérdida del empleo o un divorcio y que se refugia en el juego, como lo podría haber hecho en el alcohol, para ahogar sus penas. Un tópico que nada tiene que ver con la realidad, y muchísimo menos ahora.

La irrupción de las casas de apuestas ha supuesto un cambio de paradigma. Los jóvenes se han convertido en la presa fácil para un negocio que mueve cantidades obscenas de dinero. La presencia en internet de estos portales sirvió como avanzadilla para crear un peligroso caldo de cultivo. Pero la puntilla la han puesto los locales físicos que han proliferado en todas las ciudades. Lo han hecho además en los barrios, allá donde pueden captar a jóvenes que se pasan todo el día en la calle y encuentran en las apuestas un divertimento. Las antiguas salas recreativas donde pasabas un rato divertido con los amigos jugando al pinball o al ‘Pacman’ se han transformado en una auténtica droga. Un estupefaciente vestido de la actividad más saludable del mundo: el deporte.

En Salamanca las agrupaciones de vecinos y la Asociación de Jugadores de Azar Rehabilitados (Asaljar), que por cierto está haciendo un maravilloso trabajo, han comenzado a salir a la calle para denunciar esta lacra. El problema ha venido con las esperanzas creadas por el ahora encorbatado ministro de Consumo, Alberto Garzón. El dirigente comunista ha engañado vilmente a todas las familias que sufren o temen sufrir un problema en auge. Su borrador del Real Decreto pare regular el juego ha sido una pantomima. Una estafa. Una claudicación ante un sector que empieza a ser tan peligroso e influyente como lo fue la mafia en Estados Unidos.

Seguirá habiendo publicidad de las casas de apuestas en las retransmisiones deportivas. Podrán seguir sacando esos bonos de captación que son similares a ofrecer una raya de cocaína gratis a todo aquel que pase por la calle. La promesa de Garzón de cerrar el 90% de los locales, se queda en agua de borrajas. Y lo único que ha hecho es que a Sobera, Coronado y compañía se le acabe el chollo de hacer publicidad para estas empresas a costa de la desgracia de los ludópatas. Los que venían al Gobierno a enfrentarse a los poderosos se han hecho caca blanda en sus pantalones de marca. ¡Qué sinvergüenzas!

No sé si Garzón habrá recibido presiones de la poderosa industria de las apuestas o de los clubes deportivos que se lucran con su sucio dinero. Lo cierto es que el problema continuará y, si el borrador no se modifica sustancialmente, la bola de nieve se hará tan grande que la situación se volverá insostenible. Los vecinos de barrios como El Rollo, que se manifiestan mañana, no se callarán. Pero muchos darán la espalda al asunto. Todos tenemos responsabilidad en esto, empezando por los propios medios de comunicación que debemos dar ejemplo y no vendernos al diablo por mucho que nos bañe en billetes. De lo contrario corremos el riesgo de negarle una visibilidad que es imprescindible para ponerle coto.

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