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El show montado por el Gobierno de Pedro Sánchez con Franco, con esas 22 cámaras para seguir el minuto a minuto del traslado del dictador, dejó a La Sexta como la gran beneficiada de los imaginativos programas especiales: ‘ARV Objetivo: La Exhumación’ superó ampliamente al ‘Especial Exhumación’, de “Los Desayunos”, o al “Especial Traslado Mingorrubio’, también de la cadena pública. Era difícil acertar con el mando a distancia ante tanta variedad y esos sugerentes títulos, pero al final el gran beneficiado fue Ferreras, con récord de espectadores en su programa -1.558.000 seguidores-.

Pero no es para venirse muy arriba. La audiencia media en TV durante la mañana del jueves sólo contribuyó a que pasáramos frente al televisor cuatro minutos más de media que justo una semana antes. El programa más visto, que fue el de Ferreras, tuvo sólo 300.000 espectadores más que la Santa Misa retransmitida en septiembre de 2017, justo después de que Podemos exigiera retirarla de la programación. La indignación mueve audiencias y el jueves, para el día tan significado que era: por la reapertura de heridas de las “dos Españas” y el extraordinario espectáculo creado al reunir en un mismo escenario al mismísimo Franco, que parecía haber muerto en ese mismo momento y no hace 44 años; a su mediática familia, con puesta en escena de NODO; la bandera franquista cubriendo el féretro ceremoniosamente trasladado con honores de Jefe de Estado; a los fans de Franco con Tejero a la cabeza; y, para más batiburrillo digno de Berlanga, al hijo del coronel del Golpe como cura que oficiaba la ceremonia. Apuntaba a éxito sin precedentes de audiencias porque nunca jamás un reparto podría ser más completo, pero algo se olería la nietísima cuando apareció en un discreto tercer plano posiblemente para que su tirón mediático no se resintiera por el batacazo y poder rentabilizarlo después.

El éxito de Ferreras se quedó en una audiencia que es la cuarta parte que la que siguió a Santiago Abascal cuando visitó “El Hormiguero” -4.049.000 espectadores- pero también inferior a la de Pablo Casado en el mismo programa, al que acudió el pasado jueves -2.049.000-.

Ni siquiera Franco ha tenido un seguimiento extraordinario de reacciones políticas. A la emocionada de Pedro Sánchez recordando lo que le costó echar al dictador -se le olvida que Franco murió en la cama y que él tenía entonces tres años- y las del resto de líderes del PSOE con las mismas consignas de día histórico y grande para la democracia, los más activos fueron los líderes del resto de partidos de izquierda y no para bien.

Iglesias consideró el show una vergüenza democrática; Rufián acusó a Sánchez de convertir la exhumación en un acto de exaltación del fascismo y de erigirse como “una especie de comercial de la izquierda”; y a Errejón, más próximo a Sánchez, le pareció fatal que el dictador saliera a hombros.

Un capítulo aparte merece Irene Montero, con la que Pedro Sánchez no se había equivocado al proponerla como florero. Montero demostró una vez más su condición de “mujer de” o “carga pública”, como la llamó Carlos Herrera. Ayer le dio por pedir que “siga la fiesta”, en unas declaraciones con las que demostró su absoluta irresponsabilidad e incapacidad. Y para redondear la barbaridad no tuvo ningún reparo en mentir al asegurar que España es el segundo país por detrás de Camboya en número de desaparecidos. Remató así otra semana grande en la que también le dio por acusar con nombre y apellidos a una casera por querer subir el alquiler a una familia empeñada en vivir en la zona más cara pero a precio de saldo.

Pero a pesar del nefasto bagaje, el show montado por el PSOE seguirá si Cataluña aprieta. José Antonio es el próximo, pero si el 10 de noviembre pinta realmente mal ahí está la Cruz, de la que el equipo de Sánchez se espera más que del propio Franco. Todo sea porque no se hable de economía o de impuestos porque con Franco gana Pedro Sánchez, pero lo del euro se le da peor.

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