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Opinión

El show de Bego y Morata

No es necesario que la mujer del presidente de explicaciones al juez. Lo suyo no existió. Hablemos mejor de Lamine y los demás.

Sábado, 20 de julio 2024, 06:00

En un show siempre hace falta un personaje público. Moncloa ha decidido que Begoña lo es, pero para depende qué. Es la mujer del presidente para viajar en Falcon a un concierto de The Killers o para recibir en Moncloa a Barrabés. No lo es para trabajar en sus cosas. Sí lo es para entrar por el garaje o para tener tanta seguridad si va al juzgado.

El personaje público facilón y necesario en este show es Morata, toda una sorpresa. Y si falla, Cucurella. Y si no, ahí está Rodri. Y siempre, Carvajal. Lo de Begoña se ve que no ha existido ni existirá y hace falta un show y ahí está la selección.

Y ahora de repente es noticia que un futbolista pase sus vacaciones en un yate o tenga un coche caro o un bañador de marca, como si fuera de ahora que son millonarios. Está por ver si sabremos más de Carvajal.

De la segunda no declaración de Begoña sorprende que no fuera un show, con lo que le gusta el show a Pedro Sánchez. No había mitin de su admirado Obama sin la camiseta del «yes we can», como no lo había de Luther King sin la pancarta del «I have a dream», o no la hay ahora de Trump sin los aplaudidores con la oreja derecha vendada. Pedro Sánchez conoce muy bien la fuerza del «merchandising» y ahí está ese «Perro Xanse» en camisetas, chapas... de tanto éxito que se cayó hasta la web de la tienda del PSOE. Begoña sacó hace nada la línea de pulseras «swifties» con el «free Bego» o el «love Bego». Y eso es lo que sorprendió ayer, que no hubo show, que no había pulseras a pesar de lo monas que son. Que de nuevo, como ocurrió con la primera, lo que hubo fue la entrada de un coche con los cristales tintados y la imagen robada de una mujer de negro dentro de los juzgados. No había gritos de María Jesús Montero de «todas somos Begoña» en el exterior de los juzgados, ni saltitos. Nada de lo que vivimos ayer ha existido. O parece que la intención es la de que en un futuro no quede rastro de lo que vivimos.

Mejor hablar de Morata y de Rodri, ahora con la UEFA que aumenta sus vergüenzas con la apertura de una investigación sobre sus gritos de «Gibraltar es español». Como si los cuarenta y tantos días de concentración los hubieran dedicado estos futbolistas a estudiar la historia de España para llegar a la conclusión de que «Gibraltar es español». Como si no tuviera más que ver con una fiesta de celebración después de una final entre españoles y británicos.

Y no hubo show de Begoña porque no hubo declaración, porque es su estrategia y porque no es necesario ni para su imagen. Porque Begoña no necesita defenderse, como tampoco necesita defenderla el presidente. Porque para contestar y contarnos a los españoles lo que pasa ya está Óscar Puente, que reclama que algún «jefe» le de un toque al juez Peinado. Y está Bolaños, ministro de Justicia, ahora el mejor abogado defensor de la mujer del jefe.

El «show» está en la selección, que pasó de un día para otro de ser la imagen de la izquierda y donde cada gol de Lamine era un gol a la extrema derecha, que dijo Salvador Illa, a una panda de amigotes de despedida de soltero. Como si el alcohol fuera novedad en las celebraciones de futbolistas. Todo después de que Carvajal, pero también Joselu o hasta Lamine -¿tú también, hijo mío?- no saludaran al presidente con cariño. Todo después de que le entregaran la camiseta entre aplausos al Rey y cabizbajos a Sánchez. El presidente confesaba en 2014 que lo que más miedo le daba era «perder el pulso de la calle» y la selección le devolvió a la realidad, ahora que ya no sale.

Lo que sí tuvo de show lo de Begoña fue la seguridad, a la altura del presidente. No sabemos cuánto costó pero seguro que este Gobierno transparente nos los cuenta.

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