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Y va un pueblo chiquito y contrata en abril a la «Potra salvaje» (con permiso de Isabel Aaiún). Y luego «Potra salvaje» se convierte en la canción del verano y de la selección y ahí está el pueblecito pequeño, Valdelosa, con el pelotazo del verano. Y está Isabel Aaiún, que firmó antes de dar el pelotazo, y que en lugar de venirse arriba y decir que ella en un pueblo chiquito mejor ahora no toca, va a Valdelosa a darlo todo, tan contenta porque es de pueblo, de la España vaciada. Y le encanta que vaya gente.
Valdelosa podría haber hecho como ese bar de Galicia: cerrar el puente. Y que no fueran los fodechinchos. Y los fodechinchos al parecer son los turistas madrileños, pero somos todos de Galicia para abajo. Valdelosa podría haber dicho que no fueran de los de Valdelosa al norte, sur, este y oeste y, así, concierto privado de lujo para los parroquianos. Pero no. Y eso que a estos pueblos se les aísla con poquito. Internet, se vio ayer, menos que el justito y cada año está por llegar, como buen pueblo de la España vaciada. No está ahí el tema para marcarse un Karol-G y emitir el concierto por YouTube.
A Valdelosa fue quien quiso a escuchar a Isabel Aaiún y gratis, y a comprobar que tenía más canciones que «Potra salvaje». Y a descubrir el milagro de cómo una canción «feminista sana», que dice la cantante, llega a ser la elegida por la selección masculina de fútbol como su himno y su fuerza para ganar.
Se llevan los espacios libres de fodechinchos porque al parecer a muchos les sobran y a ver si en lugar de turismofobia hablamos de clasismo. A ver si molesta el turista de Vallecas y no el de la Castellana o el del barrio de Les Tres Torres. Ahora ocurre que a muchos les sobran turistas porque viajamos casi todos y ha dejado de valorarse que un turista se tome la molestia de ir a tu ciudad y pague por estar, pasear por ella o fotografiarla y se deje dinero allí.
Ahora hay tanto turismo porque todos somos turistas. Y cada uno queremos viajar donde queremos por España, y estamos en nuestro derecho, y algunos también su rinconcito, que nos reserven nuestro pueblo, que no nos perturben. Que somos de allí y ellos, forasteros molestos. Y queremos vivir en Madrid y volver de vacaciones al pueblo y que el pueblo esté como lo dejamos, y que no entren fodechinchos, porque esa casita rural me quitó el rincón donde jugaba y los que vienen piden olivas en el bar.
Y fodechinchos somos muchos, porque entramos los que pedimos café con pincho de patatas. O los que vamos de turismo con pinta de turistas, que es como se disfruta. O los que nos gusta hacer fotos, pero como recuerdo, no porque queramos quedarnos a vivir allí, que a mí me gusta mi ciudad y no la cambio por ninguna. Estamos en un momento en el que apuntarse al freetour es de fodechinchos, y lucir la pulserita de la bandera de España -que ahora sólo se puede llevar a Portugal-. Como si los que critican a fodechinchos viajaran con doncella y ayuda de cámara, como los Bridgerton.
Y ahora no se puede decir que tal es marroquí porque se fomenta el odio, pero sí que es de Madrid y que se vaya. Hasta Pablo Fernández se tomó la libertad en redes de escribir que «no queremos ayusers en Castilla y León», después de que según él un fodechincho dejara el coche junto al mar y subiera la marea.
Y sin turismo lo que habría sería más España vaciada. A lo mejor de la turismofobia viene la solución a la España vaciada. A lo mejor alguien sugiere que volvamos todos al lugar donde nacimos y no salgamos de allí, sea invierno o verano.
Ahí estuvo la Potra cantando en Valdelosa y para todos. Viva la generosidad de la España vaciada.
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