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Opinión

Lo llaman xenofobia

Es un problema cuando hay voces para prohibir que los perros viajen en bus o para quitar alcohol de las masas de hojaldre

Sábado, 24 de agosto 2024, 06:00

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Esto lo cuenta una amiga. Lo mal que lo pasó cuando en el bar le fallaron dos camareros a principios de agosto. No encontraba a nadie, pasaban los días y esto era para ya. Agobio. El bar lleno. Sus ingresos del año. Pensó en cerrar.

Cuenta que sólo inmigrantes se ofrecían a trabajar. Y ella, que veía la solución. Se presentaban y le contaban sus ganas y necesidad. Y a la hora de hablar del contrato, que no tenían papeles. Suplicaban ser contratados pero ahí se acabó la historia: ella, sin camareros, y los que querían trabajar, deambulando por la ciudad, carnaza para cualquiera sin escrúpulos que quisiera aprovecharse.

Esto es abrir las puertas porque somos majetes y aquí entran todos y luego, que se busquen la vida. Y después llega lo demás, que no es xenofobia. Que el hambre es muy mala y tienen que comer. Y no sé qué haríamos los demás en la situación de un «sin papeles». Y vienen porque otros les dicen que no es complicado entrar, que no solo es en patera porque aquí hay colapso por los migrantes que llegan en avión, y que estarán mejor que en su país. Es una pena. Ese reparto de ahora que va de que si yo me quedo con 10 y tú, con 20. Y es o eso, o que vivan hacinados, como no viven los animales . Y permitirles entrar para esto no es ser guay, es ser desalmado.

Luego está lo de otra amiga que vive en un barrio que ya no se parece a su barrio. Ahora tiene mezquita. Y de los de antes, el que puede se marcha. El que vende la casa. Y está en ello, en poder vender. Y no es xenofobia, o eso dice, y nos invita a vivir allí. Y nos pone una norma: del trabajo, a casa.

Y luego esta lo de aquí, lo que veo: un supermercado lleno a los ocho y media de la tarde de gente trabajadora. Que ha huido de lo suyo, porque no le ha quedado otra, y ha encontrado aquí su país de adopción. Y nosotros en ellos, nuestro apoyo. Y sin ellos ahora no somos nada y nuestras pensiones dependen de ellos. Y en clase ese niño se come el mundo porque quiere ser médico y vaya que lo será. Y no conozco a nadie que no quiera ayudarle, desde el compañero a su profesor. O a su madre, que lo pasó tan mal.

La migración se convierte en un problema cuando no hay «plan b» para los que han llegado sin avisar. Y es un problema cuando nos encontramos la realidad de una Europa de ideas dispersas y con un Islam con las ideas muy claras. Se convierte en problema cuando la religión es la nación del que viene. Cuando en tik-tok aparece la campaña para que Mercadona quite el alcohol a las masas de hojaldre porque ofende a la mayoría musulmana; cuando por lo mismo, el profesor no puede hablar de jamón en clase; cuando el padre sabe que si denuncia al profesor por hablar de jamón delante de su niño, puede tener las de ganar y lógicamente aprovecha; y cuando sabe que si en lugar de niño es niña con velo, sale en la tele a la hora de máxima audiencia. Es un problema cuando ya hay voces para prohibir que los perros viajen en bus para no ofender a los musulmanes. Y cuando la libertad de la mujer no es la misma para todas en España.

Es cuando quien viene impone sus propias normas, que no coinciden con los de la nación de acogida, y las suyas las sitúa por encima. Y cuando no aprendimos de lo que se vive en Alemania o Francia, como si nosotros fuéramos más listos, y de guetos, pobreza y otra cultura pudiera salir integración. O de ese mirar para otro lado porque no queremos líos. Y ya hay barrios en Europa donde solo pueden entrar musulmanes, hasta por muy policía que seas, porque las normas las pusieron los que se tenían que adaptar. No, no es xenofobia. Es una Europa sin identidad, incapaz de dar respuestas.

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