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No sé en qué momento se olvidaron de que siguen desaparecidos. De que no están enterrados los muertos. De que se cuentan por miles los que aún no han podido abrazar a los suyos. Que hay muchos que lo han perdido todo. Es esa mujer de 80 años que ahora tendrá que vivir sus últimos años con el hijo porque se ha quedado en la calle. Es escuchar a esa otra que sufre porque su madre, de 90 años, «está solita». Y a lo mejor sabe que ya no está, pero se resiste a creer que se la llevara el agua y cuando estaba en el salón de su casa.
No sé en qué momento nos olvidamos de tanta angustia. De ella, que agarró fuerte a su niña para que no se le fuera para siempre. De ellos, sujetos horas a esa ramita.
En qué momento se piensa que con cientos de cadáveres lo que importa es hacerse una foto en la Aemet. O recriminar que tal no me ha llamado. O decir que ese actuó mal y yo muy bien. Que ahora la obligación es ayudar. Y dar cariño a las víctimas, no la soberbia que regala la consellera de Turismo alejando a los familiares de sus muertos.
No sé cuándo olvidamos que ahora importa algo así como nada, salvo a camorristas, ver cómo le tira los trastos a la cabeza ese político al otro. O discutir si todo es por el cambio climático o por Bosé, por negacionista. O criticar al Rey, a Amancio Ortega o al Madrid y hasta por generosos. Que la gente allá está para pocos shows. Que a lo mejor simplemente quiere ducharse o tener luz. O pasar por una calle ahora embarrada. O cruzar ese puente que desapareció y que le comunicaba con su familia, que a saber cómo está. Y a quienes reconstruyen los puentes y saben de esto les habían dicho que quietos en casa. Y los coches siguen amontonados. Y son los vecinos los que, como pueden, los retiran. Con tractores o con lo que sea. Y el Ejército, que llega por fin pero poco a poco. Y este Ministerio de Defensa de Margarita Robles, ahora tan lento, es el mismo que fue capaz de ponernos un militar casi a cada puerta para que no bajáramos a la calle sin mascarilla. Ayer fueron Ingenieros de Salamanca con maquinaria pesada. Y la pregunta del millón es cómo tan tarde y a qué espera para enviar a más. Que esto es una tragedia.
Y a ver si entienden que ahora mismo da igual que la alerta se lanzara a la hora que dice el ministro o a la que mantiene la delegada del Gobierno. Que sea culpable Mazón, por inacción; el Gobierno por no cortar carreteras; o Teresa Ribera, por no limpiar cauces y tener en cajones las obras contra las inundaciones. O Aemet por no tener el sistema de alertas adecuado o por haber sido tantas veces como «Pedro y el lobo».
Y lo que urge de verdad es una foto que no llega, que es la de Sánchez con los ministros y los presidentes de las comunidades afectadas. Y con el jefe de la oposición. Que en horas desfilarán los féretros. Que en nada, sino ya, miles de personas serán aún más conscientes de que lo han perdido todo. Y cada día que pasen sin ayuda, lo serán aún más. Y hay que acompañarles en los duelos. Y habilitar líneas para que reciban el dinero cuanto antes. Es necesario que el Gobierno trabaje y organice. Es intentar que recuperen sus vidas. Es poner un militar a la puerta de comercios y casas para frenar saqueos... si queda algo. Es que vean que ahí está ese soldado y, con él, todos. Que la mayoría de España vive en minuto de silencio desde que pasó, aunque ellos no lo sepan. Que hay más ayuda de la sociedad que del Gobierno. Que es increíble ver la de manos dispuestas y que no se cogen. Como Marlaska las de Francia. Que es desolador. No se entiende. Que parecemos un país tercermundista pero desde el instante después de la tragedia. Vivimos la gran catástrofe y ahora, una situación de vergüenza.
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