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A estas alturas solo nos queda seguir la recomendación de Pedro Sánchez: «Hay que hacer oposición ciudadana -escribió en 2014- para que la voz de la calle llegue al Congreso». Y a Bruselas, para que sepan allí que eso de la concordia y la convivencia que les vende Sánchez es una mentira más. A estas alturas solo nos queda Europa. Hay que hacer oposición ciudadana pacífica, salir a la calle, y decir que a una parte de la población nos importa ya muy poco que gobierne Sánchez o Feijóo porque lo que está en juego es librar a España de la amenaza real de la autocracia.
¿Hay que manifestarse contra el pacto PSOE-Junts? Quien se crea el argumentario del sanchismo, pues no. Cada uno dentro de su libertad decidirá si el pacto es para sentirse tan feliz como confiesa estar Yolanda Díaz o si, en cambio, siente deseos de expresar rechazo, preocupación, vergüenza o indignación.
A lo mejor no sale a la calle porque no le importa que el acuerdo firmado por el PSOE con Junts y PNV rompa la caja única de la Seguridad Social, que es de donde salen las pensiones de ahora y del futuro. Quizás le de lo mismo que acabe con la igualdad de los españoles ante la ley, porque los delitos de unos, de catalanes independentistas o afines como la familia Pujol, van camino de ser olvidados y sin marcha atrás.
Quizás le da igual que nuestro Gobierno negocie con Cataluña como si fuera un país y le prometa llegar a un referéndum entre catalanes y en Cataluña, para que ellos decidan los límites de España. Y Cataluña no es más que, por ejemplo, Castilla y León: ni más histórica, ni más bonita, ni con más razones para la rebeldía o el orgullo. A lo mejor le da igual que Sánchez desprecie a las comunidades fieles. O tendrá que quedarse en casa si no se siente humillado porque un verificador extranjero controle al Gobierno y deje a España como país tercermundista.
Pablo Iglesias, por ejemplo, no se manifestará porque está encantado de que en el pacto se incluya la palabra lawfare. Lawfare es aceptar que la Justicia prevaricó al condenar a los autores del 1-O; es un golpe de estado blando; es que Rufián revise en el Parlamento la actuación del juez Llarena y si cree que actuó mal, se le sancione; es usar la ley al servicio del poder político; es acabar con la separación de poderes; es reconocer que el sistema legal puede ser utilizado para perseguir a personas o a grupos. ¿Qué es lawfare? en Venezuela, detener a líderes de la oposición como represión política y con apariencia de legalidad.
Mañana hay manifestación del PP. Ojalá convocara también el PSOE. Y ojalá los jueces, los fiscales, los inspectores de Hacienda, los de Renfe, policías y hasta Page. Y que se lucieran banderas de España en balcones porque ahora sí que nos la jugamos y no en un Mundial. Ahora solo somos los ciudadanos los que podemos romper el pacto.
Y Sánchez sabe que el poder está en la calle y por eso habla tanto de la derecha porque si se politizan las manifestaciones, se frena a la gente. Sabe que en 2004, el «pásalo» frente a Génova fue un éxito porque no se vieron banderas de partidos y solo hubo pancartas escritas a boli. Sabe que el «rodea el Congreso» triunfó porque lo impulsó una plataforma. Y que el 15-M nació de «Democracia Real, ya». Y que Rajoy retiró la Ley del Aborto por manifestaciones que partieron de un grupo de mujeres de Asturias y porque se organizaron protestas en España y en capitales de Europa para que vieran en Bruselas lo que siente la gente. Es el momento de la calle. Y la calle no es de derechas o izquierdas: es de gente que a lo mejor no se conoce y que no le pregunta al de al lado a quién votó. Sin duda es el momento de aquellos que solo quieren gritar ¡basta ya!
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