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Aldama y el coche de Google

Hay apuestas sobre el color de la corbata que llevará el Rey en el discurso de Navidad. Es de lo que se habla. De lo de Sánchez, nada

Sábado, 21 de diciembre 2024, 06:00

Estamos estos días entretenidos en acertar con el color de la corbata que llevará el Rey en su discurso de Navidad. Y hay apuestas. Que si será negra, por la DANA. Que si irá por lo clásico, con una roja. Que si amarilla, por Valencia, que es apuesta arriesgada. Hace un año Felipe VI eligió una azul. Luego vino lo otro, lo del discurso, que unos escucharon y otros se ve que no. Entonces defendió la Constitución, la separación de poderes y resaltó la importancia de que cada institución «respete a las demás». Se ve que en Moncloa ese día estaban a otra cosa. Si no hubiera sido así, a lo mejor el ministro Óscar López no habría acusado ayer al juez Peinado de «`prevaricador» y de haber mentido en «sede judicial».

En 2023, cuando el discurso del Rey, tampoco había tranquilidad. Era el diciembre de la Ley de Amnistía, de las comisiones «lawfare» y también, cómo no, del fiscal general: el Supremo le acusó de «desviación de poder al pretender ascender a su exjefa Dolores Delgado. También vivía la rebelión de hasta 18 fiscales por su silencio en la causa del «procés». Aún entretenido, nada comparado a lo de ahora, que da para más que un ratito de lectura.

Está Ábalos, exministro todopoderoso, que resulta que va a denunciar a la Guardia Civil. Está lo del móvil de Lobato, y ese mensaje de su jefe de Gabinete con el «no lo hagas». Y el secretito contado por WhatsApp, que ya no lo es, de que lo que quieren Moncloa y Ferraz es hacer ruido para que no se hable de las elecciones catalanas o de que no hay presupuesto. Está lo de Armengol, que no conocía a Aldama pero que resulta que luego recurrió a él para «tener idea de precios» de mascarillas infantiles. Y para eso se suele consultar a alguien de confianza.

Y está lo de Reyes Maroto, que no conocía al comisionista, y luego que sí, y luego que su número de teléfono lo tiene mucha gente y luego que se tutean porque ella es así con todos. Y resulta que, en un mensaje como los anteriores, ella le pide a Aldama, que se ve que era chico para todo, hasta que la enchufe en el PSOE como candidata de Madrid. Y ella lo niega y es bulo de pseudomedio pero, de denunciarlo, ni habla.

Luego está lo de la asesora de Moncloa, tan fiel y entregada que por su cuenta pidió dinero para la cátedra de Begoña y por hacer «un favor» a su «amiga». Lo normal. Y está lo del fiscal general, que no recibió mensajes durante toda una semana. Cuando se supo, estaba la duda de si era un poco manazas con el teléfono, que podría ser, o, lo preocupante: si su nivel de socialización era tan bajo. Menos mal que aparecen los mensajes que él envió.

Y está el presidente del Gobierno, siempre cumbre y ahora más, que aparte de haber sido llamado a declarar, que irá o no, ha preguntado en voz alta que quién va a pedir perdón ahora al fiscal general. En este diciembre, al Gobierno sólo le falta ya que en fotos de Google Maps aparezca Aldama entregando sobres.

Y lo que le falta es Podemos e Irene Montero, que puede volver, y bienvenida sea para Sánchez, porque Yolanda Díaz le da poco juego: no se la entiende. A Sánchez le dio aire siempre la ocurrencia del mes de Podemos. En diciembre pasado fue el Ministerio de Ione Belarra el que presentó el anteproyecto que recogía 16 tipos de familias y eso nos tuvo entretenidos un tiempo. Y Pablo Iglesias también era especialista en distraer, como cuando nos recomendó discutir en las cenas de Nochebuena sobre si España debería ser monárquica o republicana.

Ahora, sin el show de Podemos y con este lío, Sánchez parece que sólo puede agarrarse ya a que el Rey salga sin corbata. Que se libre de la que tiene no está ni en las apuestas, pero algo se le ocurrirá.

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