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EL BESTIARIO

Ruta sin plata

La España de las dos velocidades se ha dicho y quién soy yo para llevar la contraria con la evidencia de unos trenes que tenemos y otros que tienen por allí

Domingo, 5 de noviembre 2023, 07:55

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La princesa Leonor pidió nuestra confianza el día que juró la Constitución; Pedro Sánchez, el PSOE, la reclama mientras negocia con gente que me inspira muy poca y tampoco demasiada entre los suyos, y Núñez Feijóo nos apela a que confiemos en él teniendo al lado a un tipo que nos la metió doblada varias veces, así ya ve que confianza ha sido la palabra de moda esta semana en la que costaba mantener el tipo por la actualidad y el viento.

Diría que sólo lo aguantaba la Torre del Aire por razones obvias. A sus pies se extiende la Plaza de la Constitución, que tardó lo suyo en emplazarse en ella desalojando al caudillo de su denominación, al que algunos todavía dan vivas. Qué cosas.

Ayer hubo concentración para reclamar la reapertura del tren Ruta de la Plata, lo que exige devolver las vías que se retiraron para que su trazado fuese Vía Verde, y vaya a saber dónde están almacenadas.

Con lluvia, viento, desgana y desconfianza generalizada se dieron cita políticos y algunos vecinos concienciados de su necesidad, bastantes menos que los que se concentraron en el mismo lugar el 17 de marzo de 1985 y para lo mismo, recuperar el Ruta de la Plata, que un gobierno socialista eliminó desde el 1 de enero de 1985.

La firma del «terminator» de aquel servicio –y el de La Fuente de San Esteban-La Fregeneda, de paso– era la de Enrique Barón, socialista de próspera carrera después y hace unos días ilustre participante en un foro en Salamanca sobre ciudadanía y «Cuadernos para el diálogo».

En aquella concentración de 1985 las gentes le gritaban «Barón, capullo, el tren no es tuyo». Dos mil quinientas almas se reunieron aquel día en la Plaza Mayor, entre ellas algunas de Zamora y de Extremadura. Ayer también. El Ruta de la Plata desapareció entonces al tiempo que se diluía la prosperidad del oeste peninsular, contrariamente a la del Levante, cada vez más próspero y comunicado.

La España de las dos velocidades se ha dicho y quién soy yo para llevar la contraria con la evidencia de unos trenes que tenemos y otros que tienen por allí. Cuánto eché de menos ayer a Juan José Campos, sindicalista y presidente entonces de la Coordinadora en Defensa de las Líneas Férreas. Pocos se movieron aquellos años por nuestro ferrocarril como él. Hoy, si acaso, la Plataforma en Defensa de Ferrocarril, voz cívica de la reivindicación de estos días. En aquella concentración de 1985 el PSOE no estuvo, lo cual era lógico, pero en la de ayer sí, aunque tampoco esto me da mucha confianza en que recuperemos la conexión ferroviaria del sur con el norte por el oeste español porque hay otras prioridades con el Este, como ya sabrá por las noticias, que fácilmente dejen a la reclamada Ruta sin plata. No tengo ninguna confianza, la misma que tendría si Ángel Rufino, en la subida del Mariquelo, reclamase trenes desde allá arriba, o si lo hiciese el Foro del Ibérico con el mismísimo José Andrés. Igual. Porque aquí, en esta materia, nos han dado por todas partes y nos hemos dejado. Busque Alfonso Fernández Mañueco por la Junta un acuerdo de ésta con Renfe asegurando que antes de 2004 entre Medina del Campo y Fuentes de Oñoro el tren alcanzaría los 220 kilómetros a la hora, pues eso. Confianza. Por cierto, eché de menos ayer en la Plaza Mayor a Luis Fuentes, que fue presidente de las Cortes de Castilla y León, ilustre cargo de Ciudadanos y ahora delegado regional para el Corredor Atlántico. Ya supondrá la confianza que tengo en que algo de ese corredor nos toque.

Con semejante panorama me refugio en la oferta de tesoros literarios y la presencia de conocidos de la Feria del Libro Antiguo, establecida en la Plaza Mayor, con una emocionante exposición sobre las misiones pedagógicas de la República; y en las celebraciones del 30º de la Biblioteca de la Casa de las Conchas, cargadas de Literatura, Teatro, Música y Debates, que Nona Domínguez y sus gentes –gentes de confianza– han diseñado para la ocasión. Pocos confiaban en que la histórica Casa llegase a su rehabilitación. Y ya ve.

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