El arte de dimitir
Desmontamos el bulo de que no se quiera montar un centro de migrantes en Puente Ladrillo. ¿Dimitirá alguien por negarlo?
Han tenido que pasar 370 días para que Carlos Mazón se diera cuenta de que debía dimitir como presidente de la Generalitat valenciana. Lo hizo ... ayer aduciendo que ya no podía más. Pues le ha costado. Posiblemente, junto a Pedro Sánchez, era y es la persona más odiada de esa comunidad autónoma. Se le responsabiliza, y con razón, de estar ausente el día en el que más falta hacía. Aunque viendo cómo reaccionó después de conocerse el alcance de la tragedia de la dana, y sin ser capaz de pedir que se declarara la emergencia nacional con 229 muertos entre el barro, casi era mejor que continuara desaparecido en su extensa comida con una periodista.
Ha sido torpe hasta el final. Sin delicadeza hacia las víctimas, a las que ha dedicado apenas unos segundos de su larga perorata. Sin ofrecer una versión coherente sobre lo ocurrido. Y, sobre todo, presentando su renuncia -no había tenido tiempo- el día en que un fiscal general del Estado aupado por su principal rival político se sentaba en el banquillo de los acusados, en un hecho histórico sin precedentes. Ese sí que no ha dimitido. Si la cara de Mazón es muy dura, la del salmantino Álvaro García Ortiz parece de cemento armado. Desde luego, no parece preocuparle demasiado que la credibilidad de la institución a la que representa quede dañada. Se aferra al sillón como las lapas a la roca, no vaya a ser que tenga que devolver algún favor. Porque, recordemos, «¿de quién depende la Fiscalía?» (Pedro Sánchez dixit). Y es que precisamente está siendo juzgado por eso, por hacer favores presuntamente.
Otro que tampoco deja su acta de diputado es el exministro de Transportes, José Luis Ábalos, a quien precisamente ayer el magistrado del Supremo Leopoldo Puente envió a juicio, junto a sus amigos Koldo y Aldama por la compra de mascarillas durante la pandemia. Les imputa los delitos de cohecho, pertenencia a organización criminal, tráfico de influencias y malversación de caudales públicos. Casi nada. Pero cómo va a dimitir el integrante más simpático, dicharachero y seductor de la banda del Peugeot si, como todos sabemos, los jueces están organizando una implacable campaña para acabar con el PSOE o con lo que quede de él después del paso de Pedro Sánchez por su presidencia.
Por aquí, por Salamanca, tampoco dimite nadie. Y ustedes dirán, ¿qué ha pasado ahora? Nada, lo de siempre. Que hay que defender lo indefendible para salvar el culo a los de arriba.
LA GACETA publicó el pasado viernes que el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones había declarado «la urgencia y el excepcional interés público» de las obras de acondicionamiento de la antigua residencia de mayores de San Juan de Sahagún para convertirla en un centro de inmigrantes. Ayer la subdelegada del Gobierno, Rosa López, tuvo que salir al paso. Y en lugar de convocar una rueda de prensa, en la que se expusiera a las preguntas de los periodistas, se ha grabado un vídeo, que está más de moda. Y en vertical, como mandan los cánones de Instagram. En su breve intervención asegura categóricamente que todavía no se sabe a qué se va a dedicar el edificio. Vamos que, tratándose de algo más de un millón de euros de la Secretaría de Estado de Migraciones, quizás al final destinen el inmueble a montar un casino para disfrute de los vecinos de Puente Ladrillo, o una sala de exposiciones con muchas literas, como para acoger a 448 personas, y que vean más cómodamente las obras de arte. Desde luego lo último que se le ha pasado por la cabeza al Gobierno es levantar un centro de migrantes. Hoy desmontamos el bulo. ¿Dimitirá alguien?
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión