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En política tan importante, o más, que tomar una u otra medida es saber hacerlo y medir sus consecuencias, principalmente si estamos hablando de temas sociales. A veces es más importante el cómo que el qué. Esta semana Salamanca ha vuelto a dar un mal ejemplo con la tala de una docena de árboles que acabó en desagradables incidentes.
Si hay un informe técnico que dice que por cuestiones de seguridad hay que retirar una docena de árboles, se hace caso al informe y ya está. Esto que parece de Perogrullo ha acabado con denuncias, con una detención y con dos agentes de Policía heridos leves. El Ayuntamiento de Salamanca tiene, lógicamente, que velar por la seguridad de los ciudadanos pero si en lugar de levantarse una mañana con una rama caída y empezar a talar a diestro y siniestro, empieza a vallar, a acordonar la zona y a concienciar durante tres o cuatro días de la peligrosidad de aquello otro gallo les habría cantado. Es decir, con algo tan sensible para algunos, es mejor que ellos mismos se den cuenta de que se van a quedar sin árboles como yo me quedé sin abuela.
El Ayuntamiento ha actuado como debe, pero creo que no ha estado políticamente inteligente. Gracias a Dios, y también a su buena gestión, no han tenido que enfrentarse a revueltas sociales de barrio como la de la tala, y seguro que de la del barrio de Oeste acaba con la lección bien aprendida.
Contra los vecinos del barrio del Oeste tampoco habría que cargar las tintas, se dejan llevar por sentimientos y por lo que sus «líderes espirituales» les cuentan. Otra cosa bien distinta es la responsabilidad que tiene la Asociación de Vecinos, instigadora de lo ocurrido, y que precisamente está para defender lo suyo con calma y no echando más leña al fuego. La imagen de lo que pasó el martes por la mañana en la plaza del Oeste fue la de tres policías nacionales llamando a capítulo a la presidenta de la asociación después de que una persona acabara detenida por los altercados y empujones a los policías. «Así no, Inma, así no. No puedes provocar esto ni dejarnos a los pies de los caballos», le decían a la presidenta de ZOES, que en ese momento se dio cuenta de la trascendencia de lo ocurrido. Si tan convencidos estaban de que el informe de los técnicos era erróneo, que aporten expertos que con su firma lo avalen y asuman las consecuencias de las posibles caídas de los árboles.
Más allá de esto hay un trasfondo político que el equipo de Gobierno no ha sabido ver. Como por arte de magia en el lugar de la polémica tala, a la fecha y la hora marcada, como por arte de magia aparecieron dos concejalas de la oposición. Una del PSOE que sabía perfectamente cómo iba a acabar aquello, y otra de Vox que con su móvil grababa cuanto allí ocurría y se convertía en la mayor «ecolojeta» de los que por allí estaban, ha pasado de cargar contra la Agenda 2030 a ser la fiel defensora de los árboles muertos.
Ni al Ayuntamiento de Salamanca ni a los vecinos del barrio del Oeste les beneficia lo ocurrido. El Consistorio ha apostado decididamente por este barrio salmantino, que en los últimos 25 años ha cambiado de manera brillante –lo escribe alguien que vivió en la calle Nieto Bonal cuatro años-, y ZOES se ha convertido en referente vecinal de Salamanca por su implicación, por sus ganas de mejorar el barrio y por sus iniciativas creativas. Entre unos y otros han llevado a esta zona a ser una de las preferidas para alquilar o comprar una vivienda. Y eso es mucho decir. Con eso deben quedarse y no andar buscando una nueva fecha para hacer otra protesta masiva que acabe como el rosario de la aurora. Por responsabilidad.
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