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La cuerda está a punto de romperse. Se está tirando tanto de ella que en cualquier momento no va a quedar un solo hilo. La situación política de este país es dantesca con un presidente del Gobierno que ha ido mucho más allá de lo que dice la razón. Eso de tomarse cinco días de reflexión para victimizarse y repartir carnés de demócratas a los suyos y de fascistas al resto es algo propio precisamente de eso, del fascismo. Las críticas duras al oponente son críticas y las que le realiza el oponente a él difamaciones. Nos vende persecuciones a su mujer y su familia, para evitar dar explicaciones de la apertura de una investigación judicial, al tiempo que pide a la izquierda que se movilice como defensa en el juicio paralelo que como presidenta consorte se le está haciendo en la calle. Sí, en la calle. En esa misma calle que él o sus socios usan para hacer escraches a quien no piensa como él, para recibir como héroes a etarras o para defender a prófugos de la Justicia.
El miércoles el espectáculo de Pedro Sánchez se llevó a las manifestaciones del 1 de Mayo. Los sindicatos convirtieron se pusieron el impoluto traje de jornaleros para blanquear las políticas del PSOE, las del partido que les da de comer y les mantiene en su poltrona a cambio de estos favores. Las declaraciones de los líderes nacionales de las principales centrales sindicales fueron sencillamente esperpénticas y denotan, además de una aparente incultura, un servilismo insaciable a Pedro el peronista. Por desconocimiento o por atrevimiento señalaron que el poder judicial debe estar alineado con el Gobierno. Si hay algo democrático eso es no respetar la separación de poderes que al fin y al cabo es lo que reclamaban Sordo y Pepe Álvarez. A veces uno piensa que vive en una fábula de Esopo.
En Salamanca Marcelino Muñoz, de UGT, estuvo mucho más comedido como es habitual. Se limitó a decir que en lo laboral no había sido un mal año para Salamanca algo cuestionable. Sin embargo José Antonio Gallego, de CCOO, sacó su arsenal de verborrea para repetir en dos ocasiones que la libertad y la democracia están en peligro en estos momentos y por ello son necesarias manifestaciones como la del miércoles, precisamente una reunión de simpatizantes de la izquierda para la que el presunto bulo o la difamación se combate eliminando la separación de poderes en lugar de presentando una denuncia en los juzgados. Muy triste.
Eso sí, los sindicatos ya no engañan a nadie. Al currela le separan miles de kilómetros de los sindicatos. La defensa del trabajador es un mero lema y eso se nota en que cada vez menos ciudadanos secundan sus convocatorias. Apenas un millar de personas, según la Policía Nacional, salieron a la calle en Salamanca. La desafección del trabajador con los líderes sindicales es un hecho y no es de extrañar que en la parte trasera de la marcha se criticara duramente a quienes sostenían la pancarta. No fue tan heavy como aquel boicot de los agricultores a los líderes de las organizaciones agrarias en la tractorada del mes de febrero, pero sí se podía escuchar la repulsa a los estómagos agradecidos que siguen en primear línea mientras quienes madrugan para levantar el país las pasan canutas para llegar a fin de mes.
Viendo ayer la toma de posesión de la nueva subdelegada del Gobierno y a la espera de lo que ocurra este fin de semana en el cónclave socialista en Salamanca parece claro que las órdenes de Ferraz pasan por quemar las calles. El problema será cuando en la calle se enfrenten con el pirómano que viene por la otra acera. Entonces ya no reirán tanto.
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