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Los líos le acorralan y el presidente del Gobierno se aferra a la poltrona a base de cinismo. Se hace la víctima cada vez que le vienen mal dadas inventándose realidades paralelas, fingiendo persecuciones y generando miedo y odio, de modo que en cualquier país en el que hubiera una oposición medianamente normal estaría, en el mejor de los casos, escardando cebollinos. En Moncloa los guionistas trabajan a destajo porque la película que empezó siendo cómica y pasó a ser dramática es ahora un peligroso thriller. Unos días parece dirigida por Santiago Segura y otros por Scorsese.
Seis años lleva Pedro Sánchez en la poltrona y nadie ha sido capaz de toserle. La mejor oposición se la acaban de hacer ahora Lobato y Aldama, un político temeroso de ser enchironado propio de la saga de Torrente y un trilero que siempre ha vivido en el alambre que parece Di Caprio en El lobo de Wall Street. Dos rara avis que con tal de eludir la cárcel van a cantar La Traviata.
Juan Lobato se las prometía muy felices sin darse cuenta de que el sanchismo es una trituradora que lo primero que engulle es lo que tiene en casa. Solo hay que verle la cara y escucharle para darse cuenta de que no cuadra nada en el PSOE de Sánchez. Es buena persona. Recuerda a esos históricos socialistas que defendían ideas, combatían injusticias y trabajaban para ampliar derechos, unos socialistas que no afloran por miedo a esa máquina de triturar en la que convirtieron Ferraz Ábalos y Cerdán. Sánchez le acaba de hacer a Lobato una rima consonante, el aparato lo ha fulminado y ni siquiera llegará al Congreso Federal. Todo lo que estorba o ya no sirve, al contenedor.
Lo de Aldama tiene peor pinta. Para desviar la atención, el sanchismo dice que este ser es como el Pequeño Nicolás, pero da la impresión de que sabe mucho más de lo que ha contado. No ha gastado ni una sola bala, espera paciente el movimiento del presidente y sus lugartenientes para ir soltándolas a medida que las vaya necesitando. El comisionista tonto que creían en Moncloa es en realidad mucho más listo que las mentes maquiavélicas que rodean al presidente.
A pesar de todo esto, mal haría la derecha en dar por amortizado a Sánchez. Si alguna cualidad puede atribuírsele al líder socialista es su capacidad para sobrevivir en los peores escenarios. Nadie apostaría un euro porque un presidente de España fuera capaz de incluir en un mismo pacto de Gobierno a la derecha nacionalista vasca y a la izquierda abertzale, a la burguesía catalana y a los republicanos independentistas, y al comunismo de Podemos con la «pijiprogresismo» de Sumar. Todo eso metido en una coctelera da para gobernar al menos tres años un país democrático. Un milagro.
Mientras todo esto ocurre en Madrid, por estas tierras el socialismo está nervioso. Este partido, como todos, debería exigir años de gestión pública previa a sus militantes antes de ser procuradores y parlamentarios, porque una vez que lo consiguen, y sin tener la más remota idea de lo que es una administración, se piensan que el sueldo público que todos les pagamos es vitalicio. La intención de Ferraz de cargarse a Tudanca y a toda su recua ha desatado el estado de ansiedad entre los socialistas de la Comunidad. El burgalés está viviendo en sus carnes lo engrasada que está la máquina de triturar y si gana el pulso en el congreso autonómico terminará antes o después cediendo al fuego amigo. Esta semana ha defendido la labor de Lobato a través de un tuit, pero más le valdría haber tenido la dignidad de Lobato y haber denunciado las presiones como lo ha hecho el madrileño. Lo suyo no es de cine, es puro teatro.
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